No eres tú, SOY YO


No eres tú, SOY YO

"La sequía había llegado, y con furor, al pequeño pueblo donde vivía la tortuguita Josefa. La falta de comida y agua debilitaba a sus habitantes cada día más. Una mañana, Josefa despertó y, decidida salió en busca de provisiones. En el camino que lleva a la arboleda, se topó con un animado grillo. "¿Por qué estás tan feliz cuando todo está mal?" le preguntó. "No hay razón para no estarlo", le replicó. ¿A dónde vas? preguntó un tanto burlón. "Necesitamos provisiones, no sé qué hacer". El grillo con sarcasmos, pues tenía problemas con la comadreja, dijo:"¡Sé dónde las encontrarás!". Caminaron por un trecho, hasta una pequeña cueva. Mamá comadreja distraída, alimentaba a sus hijos. A la entrada de la cueva había dejado algunos troncos de bambú con agua y pequeñas frutas recogidas antes de que llegara el ardiente verano. Josefa, con aires de grandeza, al ver tal tesoro, se acercó y, sin pensar tomó todo y huyó. A casa llegó con el botín. Todos la aclamaron: ¡Josefa es la mejor! ¡Hurra, Josefa! ¡Ella nos salvó! Fue tanto el alborozo, que pasaron días en celebración. Josefa, creyéndose reina, no volvió a buscar provisión, así que se debilitó. Con el cuerpo seco y el corazón robusto, murió por inanición. Pero hasta el final, repetía: "¡Yo salvé a mi gente, y reina soy!" Tras su muerte, el pueblo sucumbió, adorando a la que, creyéndose reina, vivió y, en un suspiro, murió" .(Escritos e Historias con Propósito-Es Su Gracia)

"Se dice que delante de la destrucción va el orgullo,
y delante de la caída, la arrogancia de espíritu" (Pv 16:18)

“Si no lo tienes, lo tendrás, o si no, con sutileza te buscará y te hallará". Algunos piensan que esta situación puede darse solo en casos clínicos de personas con trastornos de personalidad narcisista. En muchos casos, de "trastorno de superioridad”, es el entorno el que favorece su aparición. "Por hacer más, hacemos menos", como le sucedió a Josefa. Los niños son los primeros afectados por la influencia externa. La exaltación excesiva de sus acciones y  responsabilidades, premiar continuamente, aun sin merecerlo, y otorgarle un lugar de distinción por cubrir las deficiencias en el hogar, contribuye a crear un "pequeño dictador e irreflexivo en casa"

Para mantener la estructura familiar, los adultos buscan intercambiar calidad con dar. Consideran que satisfacer las exigencias de los hijos es el método más adecuado para mantener el control y ejercer autoridad, pero al igual que el bumerán, todo esto produce resultados que van en contra de lo previsto. Lleva a desarrollar en los pequeños un autoconcepto sobrevalorado y ególatra, conllevando a que se inviertan los roles en el hogar. El niño pasa a ser el centro de atención y sus padres, sus vasallos. Situación que afecta la autoridad de los padres, el control de límites y la sujeción a las normas.

"... el que te formó dice: «No tengas miedo, porque he pagado tu rescate; te he llamado por tu nombre; eres mío" (Is 43:1b). "Exousia", del griego que significa poder para gobernar, “mayordomía”. La autoridad es el "facultad de mandar y hacerse obedecer". La verdadera autoridad no se impone, ni se negocia, ni tiene concesiones para su cumplimiento y tiene un origen, Dios. Como Creador de todo, es la mayor fuente de poder y autoridad; gobierna todo lo que hay sobre la faz de la tierra, a través de Cristo la ejerce. En consecuencia,  pertenecemos a Dios, "te he llamado por tu nombre, tú eres mío" (Is 43:1)somos sus hijos, cuidados, amados, protegidos por un Dios amoroso que busca el bien para su descendencia.

Autogobernarnos o la autonomía no están diseñadas para los hijos de Dios. Incluso, incluirlas como un derrotero conductual sería un acto de desobediencia; que nos llevaría a convertirnos en transgresores de la ley. Como Sus hijos, en primera instancia estamos bajo Su autoridad espiritual, por lo tanto no somos autónomos. Pasar por alto este principio implica querer hacer nuestra voluntad y hacernos autosuficientes, lo cual nos hace retractores de la ley, y no merecedores de sus bendiciones, en especial de la presencia de Su Espíritu. 

Ni las buenas obras nos pueden salvar, más si estamos en estado de rebelión. Nuestra vida debe estar sustentada por Su firme mano, orientada por Su poderosa Palabra y  sellada con Su justo dedo. Asimismo, debemos respetar, obedecer y acatar a las autoridades que nos gobiernan, ya que es un mandato divino. El Señor elige personas que lo representen aquí en la tierra y que guíen a sus hijos al cumplimiento de sus mandatos. Como padres desempeñamos esa labor asignada por Dios. Tenemos autoridad en Cristo, de dirigir y cuidar a Su descendencia, a los más pequeños, los hijos. Si un padre vive bajo la autoridad de Dios, sus hijos ven y reconocen el principio, se sujetan y obedecen primero a Dios y en consecuencia a sus padres, como respuesta a la obra de  Dios en sus vidas, "—¡Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres!" (Hch 5:29a)

A las puertas de la Tierra Prometida se encuentra el pueblo de Dios. Quien, a través de Moisés, como autoridad delegada, lo había llevado hasta allí, no con falsas expectativas, sino que lo hace conocedor de lo que le espera. Le muestra un escenario no muy prometedor, un futuro con grandes obstáculos, que serán un desafío para la posesión de las tierras que iba a habitar, pero nada comparado con lo que obtendrá tras obtener la victoria. De la misma manera, el Señor Jesús alertó en varias ocasiones a sus discípulos, "Por causa de mi nombre todo el mundo los odiará, PERO EL QUE SE MANTENGA FIRME HASTA EL FIN SERÁ SALVO" (Mt 10:22); "Perseverar con paciencia es lo que necesitan ahora para seguir haciendo la voluntad de Dios. Entonces recibirán todo lo que él ha prometido (Hbr 10:36).

Un elemento clave para cumplir con el principio de autoridad, en calidad de receptores, es aprender a escuchar la voz del Espíritu de Dios. Esto determina el rumbo a seguir y lo que se espera el el futuro. En el contexto terrenal se estaría sujeto a probabilidades, con Dios, conocedor de todos los tiempos, habría seguridad y certeza: "¡Escucha, Israel!" (NTV); ¡Oye! (RV). Hoy estás a punto de cruzar el río Jordán para tomar posesión de la tierra que pertenece a naciones más grandes y más poderosas que tú. ¡Viven en ciudades con murallas que llegan hasta el cielo! (Deu 9:1 RV1960).

Uno de los grandes problemas que afronta la humanidad son las barreras comunicativas. La falta de escucha activa, que se refiere a la incapacidad de disponer los sentidos para prestar atención a lo que el otro habla. La falla obedece a la forma incorrecta del uso de los dispositivos electrónicos, “nadie puede servir a dos señores” (Mt 6:24) Estar distraídos se ha vuelto una constante lícita. Muchas cosas que hacer y con poco tiempo para oír. La interacción activa es escasa, se nos olvidó hablar en un mundo que demanda que hablemos, como Cristo lo hacía para dar a conocer las Buenas Nuevas. Ahora tan solo son monólogos o frases sin sentido y mal escritas en mensajes, las que se obtienen como respuesta, para al final afirmar: "¡Yo te hablé!", "ESCUCHA, Israel: el SEÑOR nuestro Dios, el SEÑOR uno es" (Deu 6:4).

¡Oye! El Señor le pedía al pueblo congregado allí prestar atención, para darles a conocer la situación a la que se enfrentaría; así estaría preparado para lo que se avecinaba y no tendría excusa para decir: "No lo sabía". Las batallas que estaban por suceder no serían con guerreros insignificantes, serían grandes luchas. No iba a ser fácil enfrentar a estos pueblos, "Los habitantes son altos y fuertes, ... Has escuchado que se dice: "¿Quién puede hacer frente a los anaceos?" (V2). Asimismo, el Señor Jesús lo hizo, "... En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo" (Jn 16:33b).

Algo que impide aceptar a Cristo y decir: "¡Sí, creo y acepto!", es nuestra suficiencia. La excesiva confianza en nosotros mismos nos hace tercos e incapaces de ver la realidad y ver la mano salvadora: ¡Yo puedo solo! Aunque el peligro esté frente a nosotros, y cada vez más avancemos hacia su encuentro, "Los incautos mueren por sus propios desvíos; a los necios los destruye su autosuficiencia" (Pv 1:32)

Soltar el control del poder que se nos otorga en nuestro desarrollo y se fortalece por los modelos humanistas y las ideas que el mundo acentúa, no es nada sencillo. Confiar y ceder el control a Dios no está establecido en nuestra capacidad natural; dejar nuestra vida aparentemente feliz para entrar a vivir según sus estatutos, menos. Pero, si limpiamos nuestra  lente perceptiva de los contaminantes del mundo, podemos apreciar con claridad a un Dios maravilloso que tiene reservados grandes tesoros para sus fieles hijos a través de Su Hijo Jesucristo. Esto hace que la obediencia no sea una camisa de fuerza, sino la forma de agradecer, honrar y rendir tributo a nuestro Soberano Dios. Entregar nuestra vida a Cristo encauza la libertad natural, la cual está sujeta a nuestros instintos y deseos egoístas y pecaminosos, llevándonos hacia una vida con propósito y a una verdadera libertad en Cristo, "Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por tanto, manténganse firmes y no se sometan nuevamente al yugo de la esclavitud" (Gál 5:1)

"PERO RECONOCE, HOY,...". Escucha,  No eres tú, soy Yo. No es en tus fuerzas y capacidades que has logrado la victoria. La presencia del Señor hace posible lo que para nosotros es imposible. La vanagloria y la arrogancia al presumir por algo no nos pertenece es querer hacernos semejantes a Dios, como lo sucedido en Edén, “… ¿Qué  tienen que Dios no le haya dado? Y si todo lo que tienen proviene de Dios, …” (1Cor 4:7) Con autoridad, Dios nos llama a no dejarnos seducir de la autosuficiencia y a no depender de nosotros mismos, sino a depender de Él, quien nos formó y sopló en nosotros Su aliento de vida, Su Espíritu. De esta manera, podemos enfrentar al enemigo, no sin antes debilitarlo para que deje de ejercer control en nosotros, "… No es por el poder ni por la fuerza, sino por mi Espíritu, dice el Señor de los Ejércitos Celestiales” (Zac 4:6) 

 hoy que el Señor tu Dios es el que cruzará delante de ti como un fuego devorador para destruirlos. Él los subyugará para que los conquistes rápidamente y los expulses enseguida, tal como el Señor te prometió. (V3)

El Señor es soberano y la máxima autoridad de Su reino; no hay nada que se escape de Su dominio y potestad. Lo que recibimos o dejamos de recibir como sus hijos es porque a Él le ha parecido bien hacerlo, es Su voluntad, y todo obra para nuestro bien, "... Ésta es la herencia de los siervos del Señor..." (Is 54:17). Las habilidades de Israel como combatientes provenían del Señor, pero el Señor le alertaba en este punto, para que su corazón no se llenara de orgullo y de vanagloria, y no terminara como nuestra Tortuguita de fábula de hoy, "Después de que el Señor tu Dios haya hecho eso por ti, no digas en tu corazón: “¡El Señor nos ha dado esta tierra porque somos muy buena gente!” (V4)

Los cananeos eran enemigos fuertes y depravados. Dios le pedía al pueblo su total destrucción. No dejar raíces, porque pueden recobrar vida y atacar con fuerza más adelante. Es un llamado a recordar que lo que el Señor cierra y destruye en nuestra vida, debe quedar sepultado para siempre. Concesionar o ser permisivos con el enemigo es caer o volver a ser blanco de sus maldades, "He aquí que y hago cosa nueva;..." (Is 43:19a). ¡Escuchen! Él pondrá en nuestras manos todo lo que obstaculiza nuestro avance. Lo que nos impide que demos frutos verdaderos y tener una vida santificada que le honre: el pecado. Esto lo hará no porque sea el pueblo más fiel y obediente, por Su gracia, "...por la perversidad de ellas y para cumplir el juramento que les hizo a sus antepasados..." (V5)

"Debes reconocer que el Señor tu Dios no te da esa buena tierra 
porque tú seas bueno. No, porque no lo eres; eres un pueblo terco" (V6)

La  multiforme gracia de Dios, hace que recibamos a pesar de andar errantes infringiendo a cada paso la soberanía y autoridad de Dios. Que aún con el corazón rebosando de orgullo, autosuficiencia y vanas formas de vivir, el Señor nos busque para regalarnos de Su gracia. No recibimos nada por buenos, lo recibimos por Su gracia. La gracia de Dios nos encuentra muchas veces en los lugares oscuros y sórdidos, batallando en nuestra fuerzas con enemigos poderosos. La gracia de Dios se manifestó a la humanidad cuando, "aun estando nosotros muertos en delitos, nos dio vida juntamente con Cristo. ¡Por gracia son salvos!" (Ef :5)

En su gracia descansamos y somos libres. Es ella la que nos trae paz, gozo y nos lleva a niveles más altos donde disfrutaremos de Sus bendiciones. La gracia de Dios nos abraza cada mañana y nos da nuevas fuerzas para seguir  y entrar a conquistar en Cristo un nuevo día; nos ofrece un futuro prometedor que nos da esperanza; es transformadora y nos lleva a obedecer a Dios cada día. La gracia de Dios se hizo viva cuando envió a Su Hijo, Jesucristo, a morir por nosotros, pecadores y no aptos para vivir en Su reino. Es por Su gracia que no estamos solos; Cristo vive en nosotros, y como Dios es fiel a sus promesas, nos dejó a Su Espíritu. "Pero él nos da más gracia. Por eso dice la Escritura: «Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes» (Sgo 4:6).

**Maravilloso Señor, grande eres Tú, Tu bondad nos alcanza. Nada puede detener el mover de tu corazón y venir a nuestro encuentro. Nos tomas de tu mano y nos llevas a vivir las riquezas de tu amor y gracia encontradas en Cristo Jesús. Cómo no amarte, Soberano Rey y Libertador, si nos ofreces tus tesoros, aun sin merecerlos, para volvernos a la vida. Aquí estamos, ofreciendo nuestros corazones, sedientos de Ti. Porque, no soy yo, eres Tú, quien con autoridad nos llevas por sendas de justicia y Paz, para que hagamos honor a tu nombre. Gracias, Señor. En el nombre de Jesús. Amén.

"No que seamos suficientes de nosotros mismos
 para pensar algo como de nosotros mismos, 
sino que nuestra suficiencia es de Dios;" (2 Cor 3:5)

Al que vive por siempre, al que nos ha amado inexplicablemente, sea todo honor y la gloria.




Cuando el alba despierte, con su luz dorada,
recordaré al instante, la esencia sembrada, 
tu gracia me encontró, en la niebla y el canto,
un viaje sin fin, donde el amor es tanto.

 En sombras suaves, tu luz apareció,
con un fulgor sublime, mi senda se iluminó,
susurros del alma, en el viento fluyó,
tu gracia me encontró, y el miedo se esfumó. (Es su Gracia)

** Que el Espíritu de Dios lo lleve a desear escuchar Su voz y seguir su instrucción.


Psicóloga Educativa Infantil Cristiana
Estudiante de Teología Reformada
"Tu amor me encontró"


Comentarios

Entradas populares de este blog

CALMADOS EN LA TORMENTA