ROMPER LA CALMA
La tranquilidad cotidiana o el aceleramiento del día, se rompen en ciertos momentos, cuando sentimos un estremecimiento repentino, y todo se mueve a nuestro alrededor poniéndonos en alerta y sacándonos de la zona de confort. Es un sismo, temblor o terremoto, que llega sin avisar a interrumpir nuestro habitual estar. Este movimiento brusco y súbito de la tierra, es causado por la liberación repentina de energía acumulada en su interior. A veces se cree que la tierra es estática, pero dentro de ella, sus placas tectónicas mantienen una relación activa constante, interactúan entre sí, generando y acumulando energía. Son movimientos imperceptibles para el ser humano, pero aunque no lo sintamos, la tierra se mueve bajo nuestros pies.
Ahora bien, después de la sacudida que nos sacó del estado físico y mental habitual, vienen las réplicas. Movimientos de menor intensidad, en los que la tierra intenta reacomodar su corteza terrestre en el punto preciso donde tuvo lugar el desacomodamiento. Como todo proceso, este también requiere de tiempo, y depende de la geografía y geología del sitio donde sucedió. Existen zonas agrestes e inestables sísmicamente, lo que hace que las réplicas perduren durante un largo periodo debido a la complejidad para ajustarse las capas tectónicas. Como fue el terremoto de 8.8 grados de 2010 en Chile, con 8.500 réplicas o el de Northridge en California en 1994, quien tuvo 3000 durante las tres semanas posteriores, y continuaron por 36 meses. Desajustar para acomodar, es el principio del cambio.
"... Es hora de levantar el campamento y seguir adelante..."
Las experiencias vividas por el pueblo de Israel al ser liberado del yugo egipcio y llevado hacia nuevas tierras fueron muchas. Pero, su sufrimiento no fue ignorado por Dios, "oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó del pacto con Abraham, Isaac y Jacob" (Éx 2:24). Su clamor "Subió a Dios" (V23), quien oyó, se acordó, miró y reconoció, identificó a sus hijos. Él ya los conocía y nos conoce, no somos una incógnita ante los ojos de Dios. Él sabe quienes son sus hijos y no los abandonará, "Entonces Dios miró a los hijos de Israel, y los reconoció" (V25).
La situación de su pueblo trajo el pronto auxilio de Dios, y le habla a Moisés por medio de una zarza ardiente (Éx 3:2-10), y continúa hablando e interviniendo en nuestras vidas, pero el ser humano pone barreras para silenciar Su voz. Sin embargo, Él sigue ofreciéndonos su ayuda. Le confía a Moisés la misión de rescate y conducir a su pueblo a través del desierto hasta la Tierra Prometida, "He venido a liberarlos de sus opresores egipcios y a llevarlos a una tierra buena y grande, tierra de la que fluye leche y miel,..." (Éx 3:8a)
"cuídate de no olvidarte del Señor, que te sacó de Egipto, la tierra donde eras esclavo" (Deu 6:12). Presta atención y sé diligente, recuerda no olvidar quién te sacó, dio, bendijo, liberó y te llevó a romper la calma acostumbrada de muerte en que estabas. Se cree que es fácil olvidar, pero en situaciones adversas es una ardua labor y, cuando es algo que viene a romper con la habitual cotidianidad y nos invita a ir en sentido contrario a lo "normal" del mundo, es aún más complejo por el apego al placer. Los mecanismos de defensa en la persona se ponen en alerta y generan resistencia para evitar el cambio, aunque se viva en "modo doloroso", así evita nuevas experiencias, suscitando temor al futuro e inseguridad. Además, la incredulidad, la falta de fe hace que la persona cambie de forma abrupta y drástica de estado de ánimo, puesto que vive en estado aleatorio, tomando un poco de aquí de allá, de acuerdo a lo que dicta el mundo, con carácter volátil y poco confiable. Vivir de probabilidades, es ir por caminos inciertos, porque todo lo que percibimos y hacemos parte de sí, tan solo son apreciaciones y perspectivas de todos, por consiguiente, no la verdad,"...fluctuantes, arrastrados para todos lados por todo viento de doctrina,..." (Ef 4:14).
¡Ay!, olvido, que lleva a la distancia el verdadero amor!, ¡Ay!, amor, que me hace fuerte, cuando débil soy. Olvidar las bondades de Dios, es el resultado del pecado, que conlleva duda en el poder y carácter de Dios, así como la falta de fe. La idolatría, el orgullo, el egoísmo y cuando se lleva una vida aparentemente cómoda facilita que olvidemos ¿quién es Dios? y ¿De Dónde nos ha sacado? Pero, así como Dios nos recuerda constantemente que no lo hagamos, también nos advierte de las consecuencias, "Cuídate de no olvidarte de Jehová tu Dios, para cumplir sus mandamientos, ..." (Deu 8:11). Todos estos elementos hicieron del peregrinaje reformador por el desierto una larga y odiosa estancia, "La ingratitud es un pecado grave que va en contra la benevolencia de Dios" (Gracia).
En consecuencia, el pueblo amaba la esclavitud más que a la libertad. Se acostumbró a vivir con grilletes en sus pies. Su corazón se sensibilizó al maltrato, rechazo, olvido, y en capas de dureza se transformó. Para más tarde, en el desierto, las raíces de ingratitud e infidelidad brotaron, "Seguro que el Señor nos odia. Por eso nos trajo..." (Deu 1:27), "aquí o estamos así". Cuarenta años y no once días, caminando en círculo en el desierto, dando vueltas en sus mismos pecados. En ocasiones cuestionamos a Dios al no encontrar respuestas prontas a nuestras necesidades, pero es en nuestro corazón donde están las respuestas. Una y otra vez vamos por la vida tropezando con la misma piedra, obnubilados por el espejismo que el mundo ofrece, dejando a Dios "en visto" para gritar: ¡Comamos y bebamos que mañana moriremos!. Pero, Su poder y soberanía va más allá de nuestro escaso entendimiento, "Dios sabe todas las cosas, y conoce los secretos del corazón,...Dios sabe todo lo que pensamos y todo lo que decimos" (Ecl 42:18,20 TLA), "¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? (Sal 139:7 RV)
La comodidad aparente que muestra el pecado, hace que se ame y se vea la libertad en Cristo como una sujeción forzosa y opresora. Sin embargo, el tiempo en el desierto Dios lo utilizó como un proceso transformador, para esto les dio los mandamientos, jueces y nuevas leyes, les mostró señales milagrosas para que reconocieran su presencia y poder, sus promesas fueron puestas antes sus ojos, pero nada doblegó sus endurecidos corazones, "...¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o en este desierto ojalá muriéramos!"(Núm 14:2b). Y así fue, porque las palabras tienen poder, así como nuestra rebeldía tiene consecuencias, murieron perdidos en el desierto, "...hasta que murió la generación entera que había pecado a los ojos del Señor" (Núm 32:12), y fueron sus descendientes los que estaban en el umbral de recibir la bendición, tal como Dios lo había prometido a sus antepasados, "Toda la tierra que ves, te la daré a ti y a tu descendencia para siempre" (Gén 13:15)
Pero todo lo que le sucede a los hijos de Dios, "obra para su bien", "Entonces, después de que hayan sufrido un poco de tiempo, él los restaurará, los sostendrá, los fortalecerá y los afirmará sobre un fundamento sólido" (1P 5:10b).
"No existe, cambio sin remezón y no hay vino sin pisotear las uvas". "el Señor nos habló en Horeb", lugar de sequía y desesperanza, el Señor también nos habla HOY, “Ya pasaron bastante tiempo en este monte. Es hora de levantar el campamento y seguir adelante" (Deu 1:6:7). Romper la calma habitual para reacomodar y poner todo en su sitio es necesario en nuestras vidas. Moverse para salir de una vida aparentemente placentera, poco esforzada y de lo que nos mantiene encadenados, para ir en busca de nuevas tierras es el primer paso hacia la salvación. Acostumbrarse a la comodidad es nocivo para la salud espiritual. La orden de Dios era ir por cosas más grandes, y no quedarnos dando vueltas, estancados, lamentándonos, por lo que hicimos que no fue agradable a Dios, por lo que dejamos de hacer y por lo que Dios nos enseñó y tiramos en las áridas tierras del desierto. De la manera que habló en el desierto, nos habla Dios HOY, “¡No se asusten ni les tengan miedo! El Señor su Dios va delante de ustedes. Él peleará por ustedes tal como vieron que hizo en Egipto" (Deu 1:30)
"Un fundamento sólido", una base indestructible, que sostendrá cualquier cosa que descanse en Él, Cristo Jesús, nuestro Salvador. "Yo no vine para condenar al mundo, sino para salvarlo" (Jn 12:47b). Como creyentes en Jesucristo, viviendo bajo el pacto de gracia, debemos recordar que la ley ha sido de bendición para nuestra vida. Actuó como un escudo protector durante nuestro paso por el desierto, antes de entregar nuestra vida a Cristo. La ley nos sostenía, a pesar de dar giros en el mismo punto, caer una y otra vez, ella nos levantaba, aunque fuera por corto tiempo. Ahora, en retrospectiva, podemos ver que aun en la esterilidad del desierto, en la sequedad de los valles y en la inclemencia del clima, Dios estuvo presente, nunca nos dejó solos. Nos mostró su bondad y misericordia al darnos un Plan de vida, Los Mandamientos y sus instrucciones. Nos dejaba ver reflejos de Su luz y de Su poder, y nos mostraba el camino, como en el Mar Rojo, hacia la necesidad inminente de un Salvador.
¡Miren, les doy esta tierra!, entren y tomen posesión de ella,..." (Deu 1:7a). Desde el comienzo de todos los tiempos, Dios tenía un plan para nosotros, para nada era la muerte en el Monte Sinaí. Él no quería que nuestra vida fuese sepultada en la arena o una lucha constante con el pecado, el sufrimiento y la desesperanza. Dios tenía un propósito más elevado, por eso envió a Su Hijo, para darnos libertad y para que nos condujera a la tierra de bendición, donde fluye leche y miel, allí seremos puros y santos, bendecidos y gozaríamos de la riqueza espiritual que Dios le daría a Su pueblo, "Dicho de otra manera, la ley fue nuestra tutora hasta que vino Cristo; nos protegió hasta que se nos declarara justos ante Dios por medio de la fe" (Gál 3:24)
"... He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz;.." (Is 43:18). Dios anunciaba que la solución a nuestras dificultades estaba por llegar, "pronto saldrá a la luz" y pondría todo en su lugar, rompería la calma para avivar nuestro espíritu. La verdad encarnada, Jesús, llegaría, para ponernos ropas de salvación. Pero, como todo proceso, el tiempo y la intensidad depende en gran medida de nosotros. Si las "réplicas" son fuertes y repetitivas, es porque queremos regresar o nunca hemos salido del lugar de cautiverio, o aún estamos contemplando el "Monte Horeb", lugar que debemos recordar en agradecimiento por la bondad de Dios, más no debemos hacer habitación allí. Es el punto exacto de dónde Dios rompió la calma habitual, y nos dio Sus instrucciones para que siguiéramos hacia adelante, fue allí donde, "convirtió nuestro lamento en danza", y nos condujo hacia una nueva vida, "No Te vuelvas orgulloso en esos días y entonces olvides al Señor tu Dios, quien te rescató de la esclavitud en la tierra de Egipto" (Deu 8:14).
Indudablemente, el éxodo del pueblo de Israel de Egipto es el referente de partida hacia nuestra salvación. Salimos de la esclavitud que causa el pecado para adentrarnos en tierras de libertad, no sin antes emprender una larga travesía de sanación espiritual, donde la presencia del Espíritu de Dios nos confronta y nos revela nuestra condición de pecado y necesidad de ser perdonados, y nos permite ver lo necesitados que estamos de Dios, "... he aquí que yo la persuadiré, la llevaré al desierto y hablaré a su corazón" (Os 2:14).
Pero, "...no temas ni te desanimes" (Deu 31:8b), porque "Hoy ha llegado la salvación a esta casa,..." (Lc 19:9). Ya no más aridez, sequía, el pecado no tendrá más poder sobre nosotros y las cadenas serán rotas una vez y para siempre, la deshonra será cosa del pasado, "Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido" (Lc 19:10).
Hoy la gracia toca a nuestra puerta, nos enamora, nos seduce y nos abraza. Cristo Jesús, nuestra esperanza, llega a nuestra vida para liberarnos, ¡Solo en Jesús hay salvación! (Hch 4:12), y nos habla al corazón, "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo;...", (Ap 3:20). Su amor eterno e incondicional nos lo presenta desde lo alto de una cruz, y desde allí hace eco en nuestros corazones. Cristo Jesús vino a "sacudir" nuestros corazones con su gracia, y a romper la calma para llevarnos hacia la verdadera libertad, “En Cristo somos más que vencedores”. Pero, no antes "Anulando el acta de decretos que había en contra nuestra" (Col 2:14) y dándonos una nueva identidad, hijos amados de Dios. De esta manera tendremos acceso a Su reino, a sus bendiciones y en Cristo somos adeptos al Padre. Si me llegaran a preguntar, ¿Qué hice yo para para ser bendecida de esta manera? Respondería: “¡Nada!, todo lo hizo Cristo, quien intercambió Su vida por la mía, para librarme de la muerte eterna. A Él el honor y la honra por siempre.
Benditos seas Tú, Precioso Salvador. Bendito sea Tu Santo Nombre, si Hoy entonamos alabanzas a tu nombre y te damos gloria, es porque tu presencia habita en nuestros corazones. Llegaste como el viento, soplaste tu aliento de vida y nos estremeciste para darnos una nueva vida. Nuestros ojos, nublados y sin brillo, vieron tu luz de amor que nos cautivó. Ahora, nuestros corazones se mueven al compás de tu amor, laten con el sonido de Tu voz y son libres porque tu preciosa sangre los limpió. Que tu gracia y amor perdure en nosotros para siempre. En Jesús. Amén
"si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo" (Ap 3:14).
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