MEDIDAS PREVENTIVAS
Cuando pases por aguas profundas, yo estaré contigo.
Cuando pases por ríos de dificultad,
no te ahogarás.
Cuando pases por el fuego de la opresión,
no te quemarás;
las llamas no te consumirán. (Is 43:1)
MEDIDAS PREVENTIVAS
Desde mi ventana, contemplo hoy el imponente paisaje que está ante mis ojos. Son grandes tus maravillas, pero pequeña nuestra percepción. A veces, lo fugaz se impregna con tal sutileza, haciendo de lo eterno una utopía. Dejamos de ver a través del Eterno y nos volcamos a dar vueltas sobre nosotros mismos. Mirar a través de nuestro lente distorsionador, viciado y maleable a la influencia de las impurezas externas, hace que divaguemos por largo tiempo, sin encontrar una solución a lo que nos mantiene en el mismo lugar, dejando una estela de incertidumbre, vacilación y cansancio.
¡Grandes son tus maravillas! (Sal 111:2) Reza el salmo, sin embargo nos quedamos con lo que nuestra mínima visión puede percibir, sin esforzarnos a mirar más allá de ese espacio visual, aparentemente invisible, pero donde se encuentra el infinito de tu poder y grandeza. El Señor se revela a nosotros en todo tiempo y de muchas maneras, nos deja ver el tamaño de su amor, gracia y fidelidad, pero sin darnos cuenta, permitimos ser arrastrados por vientos que nos cambian de dirección, haciéndonos ciegos y retractores a la verdad. Es la razón por la que el Señor nos manda a, "¡Estén alerta! Cuídense de su gran enemigo, el diablo, porque anda al acecho como un león rugiente, buscando a quién devorar" (1P 5:8)
Estar ¡Alertas! y vigilantes, es la petición que nos hace del Señor para evitar ser "devorados", no solo por el diablo, sino también por nosotros mismos. Nuestra naturaleza caída nos mantiene en una constante lucha entre lo hago o no lo hago, y se satisface con lo prohibido llevándonos a olvidar el poder de la cruz y de la resurrección de Cristo. Estar alertas es sinérgico con "cuidar" lo que se nos ha dado y esto se logra preparándonos. Las hormigas durante el verano disponen todo cuidadosamente para la llegada del invierno, nosotros debemos adoptar una actitud similar, tomando "medidas preventivas" para cuando llegue al época de las pruebas. Esto se cumple manteniendo una relación constante con el Señor, estudiando Su palabra, en oración y ayuno. Recordar cada promesa dada por Dios nos mantendrá firmes y seguros para cuando la adversidad llegue a nosotros.
Enfrentar las temporadas de cambio no es sencillo, y se hace más complejo cuando soltamos la mano de nuestro Creador, y queremos enfrentar por cuenta propia lo que se nos presenta. Las pruebas son una realidad que nos llama a estar preparados y nadie está exento de vivirlas, "En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo" (Jn 16:33).
Siendo así, el abordaje es lo que marca la diferencia, ¿cómo vamos a vivir el paso de las pruebas? Si se ha sido funcional y se ha realizado de manera responsable, adoptando medidas preventivas, lo seguro es que tendremos un colchón divino que nos protegerá del impacto. El estar unidos y viviendo al Cristo resucitado en todo tiempo nos asegura la victoria, puesto que si Cristo se levantó de entre los muertos, también nosotros, según Su promesa, "Dios, al resucitar a Jesucristo, nos resucitó y nos dio un lugar en el cielo, junto a él". (Ef 2:6)
En estos días de lluvias y frío se han proliferado gran variedad de virus causantes de enfermedades respiratorias. La excepción no fui yo. Golpeada por una alergia indomable, estuve días en batalla continúa, queriendo llevar cada síntoma en mis débiles brazos y robusteciendo este "Goliat" con comentarios victimizantes, sin recordar que una víctima ya había pagado el precio por mi libertad. El hacer mucho ruido y exponer la crisis enfáticamente nos deja vulnerables al ataque del enemigo, quien aguarda a que dejemos una puerta abierta para atacar nuestra fragilidad. Es prioritario acentuar que, al tener una nueva identidad en Cristo, hijos de Dios, estamos bajo Su cobertura y su protección. Es la razón por la que siempre debemos mirar a Dios primero y escuchar su instrucción, sin demeritar el consejo de otros, "No tengas miedo, porque he pagado tu rescate; te he llamado por tu nombre ERES MÍO..." (V1b)
Al contemplar en la mañana cada trazo en el firmamento, cada línea perfectamente hecha, dando forma a las imponentes montañas y a la vegetación, pude ver la mano del Creador dando forma delicadamente a todo en mi ser. Al sentir el golpeteo del viento en mi rostro, llegó a mis oídos lo que dejé escuchar en estas últimas semanas, por oír mi voz lastimera y la de aquellos que asocie a mis pesares. Y no era que no me sintiese mal, estaba mal, y necesitaba acabar con estos síntomas desgastantes. Fue tan así que desvié mi campo visión y más mal me sentí. Dejé de escuchar el sonido de Su Espíritu, el fuego de su presencia, y mi alma se congeló, "Ve muchas cosas, pero no se da cuenta de ello. Sus oídos están bien, pero no oye nada" (Is 42:20).
Estando allí, contemplando el paisaje, algo que se movía dentro de las ramas de un árbol llamó mi atención. Queriendo saber qué era, corrí hacia la ventana siguiente y hacia la otra con el fin de obtener una mejor visión. Por fin, después de mucho esfuerzo, descubrí que era una ardilla que se alimentaba de los frutos. Como una punzada llegó a mí la imagen del Señor buscándonos, pero por estar entretenidos supliendo nuestras demandas y caprichos, no nos percatamos de Su Presencia, convirtiéndonos en ovejas perdidas en el valle de la indiferencia, "te he llamado por tu nombre". En aquel momento reconocí que por estar enredada en mi yo autosuficiente y de minusvalía, se me olvidó a quién le pertenecía y sus promesas de bendición, "Cuando pases por río de dificultad, no te ahogarás" (V2b).
Literalmente estaba "ahogada", el oxígeno que almacené durante mi temporada estable no fue suficiente para la época de cambio o recesión. En menos de una semana lo consumí y ahora desfallecía. Fue una señal de alerta, necesitaba intensificar las "medidas preventivas", ahora y después, porque la fidelidad del Señor es eterna, pero la mía estaba siendo puesta a prueba, "Cuando pases por ríos de dificultad, no te ahogarás".
Me has mostrado la grandeza de tu amor siempre. Tu compañía ha sido evidente y tus cuidados más de lo que podía esperar; sin embargo, sentí que no tenía nada cuando lo tenía todo, a Ti. Allí, en la soledad de mi ventana, llamaste mi atención y me despertaste de susurros que me tenían cautiva. Te vi, cuando un tímido rayo del sol llegó a mí como si deseara no molestarme. Me dabas un abrazo de calor en esa mañana, aparentemente fría, "Tu amor inagotable, oh Señor, es tan inmenso como los cielos; tu fidelidad sobrepasa las nubes" (Sal 36.5)
En la mañana silenciosa, el viento susurro,
un manto de sombras mi corazón envolvió.
Caminaba perdido, en caos y dolor,
cuando de repente, Su luz me despertó. (Gracia)
"Cuando pases por el fuego de la opresión, no te quemarás". Las promesas del Señor no mencionan que el camino será fácil, que no habrá montañas que derribar y murallas que saltar y desiertos que atravesar. Me temo, que serán bastantes, ya que Él nos redimió no para estar encapsulados en una bóveda de cristal para que no nos toque el mal, sería una redención permisiva. Más bien lo hizo para enseñarnos a preparar la forma en que debemos afrontar las pruebas de la vida de tal manera que, mediante ello, le demos gloria a Él. No obstante, nos asegura que, en medio de los infortunios, siempre estará con nosotros ayudándonos a llevar las cargas, "Él renueva mis fuerzas. Me guía por sendas correctas, y así da honra a su nombre" (Sal 23:3).
Entrégale tus cargas al Señor, y él cuidará de ti;
no permitirá que los justos tropiecen y caigan. (Sal 55:22)
Algo que olvidé durante estas semanas de abatimiento. Al despertar, pude ver la mano de mi Creador en esta etapa con total nitidez. Me sostuvo, cada día aliento nuevo me dio; renovó mis fuerzas para continuar en mis labores. Apesadumbrada, lloré, por mi indiferencia e ingratitud. Mi corazón no debía tener espacio para una actitud egoísta, después de haber sido salvada por gracia y levantada, junto con Cristo, en la oscuridad de una noche. Si la tumba vacía está, es porque ahora vives en mí. No hay excusa para el olvido, ni para cambiar de dirección, cuándo cada día la cruz nos muestra la dirección correcta y la evidencia de tu amor. ¡Oh, Dios admirable!, cuanto me amas, para soportar mis olvidos y mi voluntad terca y errática.
El Señor hoy nos recuerda, "cuando pases", porque vamos a pasar por pruebas y muchas de ellas no serán de nuestro agrado, Él estará con nosotros. Y ¿por qué de ellas? El Señor necesita trabajar en nosotros, moldear nuestro carácter. Necesita sacar de nosotros la autosuficiencia y erradicar la vieja naturaleza. Como Padre que cuida y ama a sus hijos, vela por nuestra seguridad y lo hizo conmigo en todo este tiempo. Las caídas son oportunidades que usa Dios para poner todo en el orden correcto. Él renueva, restaura y limpia, lo que no permite un acercamiento genuino con Él. Si para el Señor nosotros somos los primeros, en reciprocidad Él debe ser el primero en todo lo que hacemos y en todo lo que necesitemos, "YO ESTARÉ CONTIGO... pues YO SOY EL SEÑOR, TU DIOS" (V3).
Cuando nosotros vivimos estos dos principios "Yo estaré contigo" en "todo tiempo", tanto en los buenos como en los que nos son, la confianza crece porque tenemos la seguridad de que estamos siendo respaldados por Dios, a pesar de que tengamos dificultades. Si el Señor prometió estar con nosotros, así será, porque Él es fiel a Su Palabra. "Yo sé que mi redentor vive", exclamó Job, después de perderlo todo, "Y mis ojos lo verán, y no otro, Aunque mi corazón desfallece dentro de mí" (Job 19:25-27). Esta es la certeza que nos da Dios; aunque la adversidad nos susurre lo contrario, mirarlo a Él es más que suficiente para estar firmes. Es la razón por lo que las "medidas preventivas" son básicas para afrontar los cambios y salir victoriosos de las circunstancias.
Hoy, el Señor nos da una palabra de esperanza y reconfortante, "No temas, porque yo estoy contigo" (Is 41.10a), y esto nos debe mantener con la frente en alto y en posición de batalla. Cuando sintamos que no podemos, que el mundo se nos viene encima, debemos intensificar las medidas, y confiar en que el Creador del universo, quien hizo las estrellas y cuánta galaxia hay en el firmamento, está con nosotros, "no te desalientes, porque yo soy tu Dios". El Señor nos invita a confiar en Él, nos recuerda: Que Él venció la muerte, el mundo, la maldad y el pecado, entonces nada hay imposible para Él. Además nos pide: Abandónate en mis brazos y encontrarás paz, porque todo está bajo mi control, "¡Tú guardarás en perfecta paz a todos los que confían en ti, a todos los que concentran en ti sus pensamientos! Confíen siempre en el Señor, porque el Señor Dios es la Roca eterna" (Is 26:3-4).
"Yo soy la luz", decía, "el camino y la verdad"
en la oscuridad, siempre me hallarás.
Y así, en Su verdad, la vida floreció,
vi a Jesús en la incertidumbre, y mi vida cambio. (Gracia)
Bendito seas Tú, Señor y creador nuestro. Gracias por tus cuidados y amor hacia nosotros. Tú eres la Luz que resplandece en nuestra oscuridad y le da brillo a nuestro existir. Te quiero pedir, Soberano Señor, que nos enseñes a no olvidar con facilidad tus bondades y bendiciones, que tu Santo Espíritu nos mantenga enfocados en Ti. Pon en nuestro corazón el deseo de buscar cada día Tu Presencia y aceptar tu voluntad en nuestras vidas. Estoy convencida de que tus planes para nosotros son siempre de bienestar, paz y prosperidad, son inigualables. Que tu verdad guíe nuestra vida. En el nombre de Jesús. Amén.
A nuestro poderoso Salvador, quien se complace prodigándonos Su amor, que sea el honor y la honra por siempre.
Sé que el Señor siempre está conmigo.
No seré sacudido,
No seré sacudido,
porque él está aquí a mi lado. (Sal 16:8)
** Que el Espíritu Santo sea quien le lleve a vivir la cercanía de Jesús en todo momento.
Que la paz de Dios sea su compañía.
Psicóloga Educativa Infantil Cristiana
Estudiante de Teología Reformada
"Su amor me encontró"
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