ASÍ SON LAS COSAS
La resurrección de Cristo, después del hecho dramático de Su muerte en la cruz y sucesos previos a ella, fue el acto definitivo donde Jesús mostró Su poder y autoridad como el Cristo, el Ungido de Dios, el Mesías, "Él es Jesucristo nuestro Señor" (Rm 1.4b). Ni las sanaciones, resurrecciones y demás hechos lograron aclarar en algunos la gran verdad sobre la identidad de Jesús. El cumplimiento de la profecía revela su divinidad. Él era el Hijo de Dios, el Mesías, el enviado para darnos salvación, pero en especial para conducirnos hacia nuestra propia santidad a través de su Santo Espíritu, "y quedó demostrado que era el Hijo de Dios cuando fue resucitado de los muertos mediante el poder del Espíritu Santo. Él es Jesucristo nuestro Señor." (Rm 1:4).
"La luz que ha venido para alumbrar", pero ignorada por su gente y por el resto de la humanidad. Perdidos en la diversidad de ideas y doctrinas, el ser humano pasa por alto "La luz", que ha venido a alumbrar sus tinieblas. Cristo, el Mesías, vino, estuvo aquí, y con vehemencia y autoridad compartió sus Buenas Nueva, e instó a seguirlas. Pero fue herido, maltratado, humillado, no escuchado, ridiculizado y juzgado ilegalmente en la oscuridad de una noche sin tener culpa alguna, y sentenciado de manera cruel. Sin pronunciar palabra para defenderse, abrió el camino para nuestra redención, hasta llegar a la muerte de cruz. El profeta Isaías lo menciona, "Fue despreciado, rechazado: hombre de dolores, conocedor del dolor más profundo. Nosotros le dimos la espalda y desviamos la mirada; fue despreciado, y no nos importó " (52:3). Un intercambio sublime, de un sufrimiento que traspasa las fronteras humanas, por el amor incondicional hacia nosotros, "La Palabra vino a lo suyo, pero los suyos no la recibieron" (Jn 1:11 NTV).
Este es nuestro Cristo, el que caminó sin descanso por los áridos caminos de Jerusalén y sus alrededores, proclamando su mensaje de salvación. Para algunos, locura, fanatismo, actos satánicos, fantásticos o transgresor de la ley, pero la verdad era otra, Dios encarnado, fue quien descendió a la tierra con el fin de rescatarnos de las tinieblas. Allí, colgado, el Santo de Israel, el Cordero sin mancha, el sacrificio vivo, esperaba su ejecución, con nuestros nombres en su pensamiento. ¡Oh, perfecto amor!, amor sin igual, que ni el dolor le hizo renunciar, "¡Oh Jerusalén, Jerusalén, la ciudad que mata a los profetas y apedrea a los mensajeros de Dios! Cuántas veces quise juntar a tus hijos como la gallina protege a sus pollitos debajo de sus alas, pero no me dejaste" (Mt 23:37NTV)
Sin embargo, el hecho que viene a poner fin a las dudas y los cuestionamientos, y deja sentado que el Mesías, hizo presencia en su pueblo como en nuestras vidas, y con lo que confirma Su deidad, es Su resurrección. Los turistas que llegan a visitar su tumba van en busca de señales o milagros, pero esto ya fue realizado hace más de dos mil años. La tumba vacía está, allí tan solo yace el aroma fragante de Su resurrección, porque el vivo está. Ni huesos ni momificado, Jesús resucitó como lo había dicho, "... Lo matarían, pero al tercer día resucitaría" (Mt 16:21b) 👉JESÚSj PREDICE SU MUERTE. Desde ese día vive para siempre en los corazones de todo aquel que ha decidido creer en Él, aceptarlo y caminar fielmente en Su dirección. Es la razón por la cual la resurrección es el punto central del Nuevo Testamento.
La palabra "resucitar" viene del griego "anastasis", que significa despertar o levantarse. Entonces esto llevaría a pensar, si Cristo se levantó con poder de entre los muertos, también, los creen serán levantados, según la promesa, "Dado que fuimos unidos a él en su muerte, también seremos resucitados como él..." (Rm 6:5). Levantados para nacer de nuevo en Cristo, el Mesías Salvador.
La mayor evidencia de la resurrección de Cristo, se manifiesta en nuestras vidas. Una vida cambiada está viviendo el poder de Su resurrección en ella. La manera en que nos comportamos, nos comunicamos y nos relacionamos confirma que Cristo prevaleció sobre el mal. Además, si como cristianos, estamos impactando a otros con nuestra manera de vivir al ser el reflejo de lo que Cristo espera de nosotros es lo que da testimonio que hemos sido salvos. En caso contrario, estamos desvirtuando Su resurrección y su poder. Sabemos que nuestro antiguo ser pecaminoso fue crucificado junto Cristo, lo que hizo que el pecado perdiera poder en nosotros, y al resucitar junto con Él, nuestra vida ha sido transformada en Cristo. Al cumplirse este principio divino en nosotros, la muerte queda derrotada, dado que Cristo logró la victoria, "¡Pero gracias sean dadas a Dios, de que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo! (1 Cor 15:57).
En consecuencia, la resurrección y la salvación tienen una relación recíproca. Al no ser más esclavos del pecado ni de las apetencias del mundo, significa que las cadenas han sido rotas y ahora gozamos de la libertad en Cristo. Entonces como Sus siervos, somos libres para amarle, darle honra y gloria, puesto si Él resucitó, vivo está, y la nueva vida ha llegado ya. "Si Cristo no resucitó, tu fe no tiene valor, aún estás en tus pecados" (1 Cor 15:17).
Este hecho nos trae grandes bendiciones. Somos justificados, perdonados por gracia de Dios, "Él fue entregado a la muerte por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación" (Rm 4:25). Al ser declarados inocentes de toda culpa y ser regenerados espiritualmente, el Señor nos da una herencia eterna, "y tenemos una herencia que no tiene precio, una herencia que está reservada en el cielo para ustedes, pura y sin mancha, que no puede cambiar ni deteriorarse" (1P 1:4 NTV). El resultado del renacer en Cristo hace que seamos testimonio que le de honra, y lo confirma nuestra obras, el amor que le damos a otros. Las bendiciones que recibimos por la resurrección de Jesús son de gran influencia en nuestra vida presente, y las podemos disfrutar bajo la guía de Su Santo Espíritu, y en un futuro lo haremos, cuando recibimos nuestra corona eterna, junto a nuestro Salvador.
"Lo cierto es que Cristo sí resucitó de los muertos..." (1 Cor 1:20a), Y hoy, el Señor desea animarnos a vivir cada día Su resurrección. En nuestros corazones debe brillar la luz que brillo en aquella tumba oscura, pero que no logró contener la grandeza de nuestro Dios. La tumba vacía está, porque el Cordero sin mancha y perfecto, se levantó para venir a habitar en nuestros corazones. La inercia de la muerte, que espera cada día la descomposición del cuerpo, el cual fue creado para tener una vida con propósito, quedó derrotada por Cristo. Él resucitó de los muertos, y ahora está sentado a la diestra del Padre, donde Su reinado no tendrá fin, "resucitó por nosotros, y está sentado en el lugar de honor, a la derecha de Dios, e intercede por nosotros" (Rm 8:34)
"Yo soy la resurrección y la vida", llega a nosotros a través de Su Santo Espíritu, para que también resucitemos junto con Él a una nueva vida, de forma permanente. Él hoy viene a decirles a aquellos que no ha sido bendecidos con Su resurrección, que les aguarda, tiene Sus brazos abiertos para recibirlos, "aunque esté muerto, vivirá". El deseo del Señor es que todos le conozcamos y mantengamos una relación, íntima, tierna y constante con Él. Si queremos disfrutar ser bendecidos con Su presencia, debemos disponer nuestros corazones para que sea así. Dado que el Mesías, el Ungido de Dios, al que muchos ignoraron, no se quedó en la tumba, se levantó y de Su mano nos levantará, para que seamos testigos y les contemos a otros que el vivo está, ¡ha resucitado!
Bendito seas Tú, Salvador nuestro, que ni el sufrimiento ni la maldad lograron detener el propósito de tu venida. Y la Luz que brilló en esa oscura noche, brille hoy con mayor intensidad en nuestros corazones, al reconocer la grandeza de tu amor. Permite que podamos dar a otros el poder de tu resurrección. Que tu gloriosa presencia viva en nosotros por siempre, en el nombre de Jesús. Amén.
Dios le bendiga con Su paz.
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