SOLTANDO EL AMARRE
"Entre más porción de cielo haya en nuestras vidas, menos porción de tierra ambicionaremos" (Charles Spurgeon) El término "libertad" tal vez ha sido uno de los más antiguos, utilizados y controversiales de todos los tiempos. Su gama de manifestaciones lo sitúa en relación con el contexto, ideología, rama del conocimiento, religión y emociones humanas, llevando a que su sentido pierda la intencionalidad y el propósito terrenal. De acuerdo a la perspectiva humana, la libertad se asemeja a un gajo de manzanas en un árbol, la que sea llamativa y de fácil agarre se toma. Solo es necesario ubicarse en un contexto específico, y allí se hallará la anhelada "libertad". "Sáciame, y me harás libre", "Sin límites, seré libre" "Viviré para seguir mi dirección, así seré libre".
Dentro del marco social, legal y siguiendo los preceptos humanistas, la libertad personal se fundamenta en dar propósito a la vida bajo normas propias. Sin embargo, frente a este anhelo, también surge la oposición a la libertad, y no sería el hambre, la violencia, la corrupción, las guerras, sino el mismo hombre. El corazón de hombre natural, contaminado por la maldad, no permite que esta libertad tan deseada por la humanidad pueda cumplir su propósito aquí en la tierra. Ni Ciro el Grande, rey de Persia, cuando liberó a los esclavos de Babilonia, en 539 a.C, declarando que las personas son libres y tienen derechos, los cuales fueron escritos en un cilindro de barro, "El documento de Ciro", podría entender que su noble intención podría perderse en la multicomplejidad de ideas, leyes, doctrinas, dogmas, religiones que contradicen su legado, convirtiéndose en la antítesis del "grito de independencia" de los pueblos y de las personas que desean vivir en paz y libres.
Porque de adentro, del corazón humano, salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los homicidios," (Mr 7:21)
Ante este panorama, se podría pensar en la existencia de muchas libertades, pero en realidad solo hay dos formas de libertad: una multifacética y utópica, que habla de ser libre mientras se está encadenado a los deseos, pensamientos, aficiones, religiones, placeres, paradigmas entre otros. La que alimenta la carnalidad y la desobediencia, manteniendo al ser humano en una felicidad aparente, "...el mundo entero está está bajo el control del maligno" (1Jn 5:19). Una realidad dentro de un espejismo que conduce a la destrucción y a la muerte espiritual. El ser humano, ahogado en la turbulencia de la vida, vive creyendo que vive, pero muere lentamente defendiendo "su libertad", "...conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia" (Ef 2:2b RV)
Asimismo, tenemos otra libertad que no podemos alcanzar por nosotros mismos, pero que nos hace cautivos a través del amor y la gracia. La libertad que algunos optan por rechazar o abandonar debido a que es incompatible con el mundo, cuando surge la frustración al empezar a vivir bajo los principios de Dios, y no pueden hacer lo que hacían antes. Pero, hay un remanente, aquellos que, una vez que degustaron la dulzura del amor de Dios y su espíritu se ha saciado de sus bondades, decide seguir los pasos de Cristo sin mirar atrás. A medida que se avanza, con la ayuda y guía del Espíritu de Dios, se va SOLTANDO EL AMARRE, el que ata y aleja de Dios y nos lleva divagar en la utopía de creer que se goza de libertad en medio de la oscuridad. Libres de ataduras, podemos experimentar la verdadera libertad en Cristo. "Libertad de Cristo, Luz en mi camino; rompe cadenas, disipa el dolor; florece la vida, en mi destino; susurra la paz, que abraza Su amor. (Es Su Gracia)
"A libertad fuimos llamados", sin excepción. Puesto, "que todos somos pecadores, No hay ni un solo justo, ni siquiera uno. Nadie es realmente sabio, nadie busca a Dios" 👉TODOS SOMOS PECADORES. Sin embargo, la misericordia y gracia infinita de Dios permite que tanto los no creyentes, como los nominales puedan tener acceso a ella, independiente de sus transgresiones, así como también aquellos que ya han pasado por las aguas del perdón y la redención, para que vivan definitivamente libres de las cadenas del pecado a través de Su Hijo Jesucristo. Son nuestras decisiones las que determinan si podemos experimentar una verdadera libertad, o la falsa, que maquilla la "muerte" y sesga la sensatez para que se tomen decisiones no coherentes con lo establecido por Dios, trastocando el principio del libre albedrío que Él nos ha otorgado.
"pero no usen esa libertad para satisfacer los deseos de la naturaleza pecaminosa" (Gál 5:13b)
El deseo del Señor es que seamos salvos, pero ante todo que seamos santos conforme a la imagen de Su Hijo. Él nos da un referente como modelo a seguir, pero a su vez nos da la capacidad de elegir. Al ser creados a Su imagen y semejanza, el Señor nos ha dado una medida de discernimiento, inteligencia, sensatez y cordura para que hagamos buen uso de ellas y demos frutos. Por lo tanto, somos nosotros quienes decidimos seguirle y rendirnos a Él o a Satanás. No obstante, nos presenta la Verdad ante nuestros ojos, tal como se presentó a Adán y Eva en el jardín de Edén, - "La tomas o la dejas", "...Puedes comer libremente del fruto de cualquier árbol del huerto, EXCEPTO del árbol del conocimiento del bien y del mal. Si comes de su fruto, SIN DUDA MORIRÁS" (Gén 2:16-17 NTV)
Como cristianos, el llamado de Dios es a estar firmes, gozando de la libertad dada por Dios a través de Cristo Jesús. Para los que no los son deben saber que hay una esperanza viva, Cristo vivo, quien en la cruz venció nuestra naturaleza pecaminosa, y en Él somos santos, perdonados y aceptados. Es la cruz quien nos enseña a vivir, amarle y a darle valor a cada gota de sangre derramada por nosotros. Cristo en la cruz murió pensando en nosotros, ahora nosotros vimos para pensar y obedecerle fielmente.
Él es la esperanza que no conoce el mundo, quien ha decidido elegir al enemigo de Dios, al príncipe de las tinieblas y de la esclavitud, "...porque mayor es el que está en ustedes (Cristo) que el que está en el mundo (Satanás)" (1 Jn 4:4). Sin Salvador no hay verdadera libertad y sin arrepentimiento no hay perdón ni redención. Conocedores de la voluntad humana y de la falta de dominio propio, se puede determinar que ante el grito quimérico de ¡Soy libre!, surge una verdad inevitable, ya que no es Dios, entonces es Satanás, quien se aprovecha de la inestabilidad y se apodera de la voluntad de las personas para ponerlas en el camino despreciable de su "libertad".
"Si el Hijo los libera, ..." La seguridad de un creyente viene de saber que Cristo lo ha hecho libre de una vez y para siempre, "serán ustedes verdaderamente libres" (Jn 8:36). Reconoce que las cadenas fueron rotas y el amarre que lo hacía habitar en un mundo creado por Dios, no para vivir de esta manera, es soltado para gozar de Su libertad. Su vida sin sentido y sin propósito, que buscaba satisfacer sus necesidades, carencias y sueños de la mano de Satanás, sin perspectivas, sin esperanza y con un futuro poco alentador, ya no es para él, porque ahora tiene una nueva vida, y la esclavitud, la "muerte" ya no tiene poder en él, "Por lo tanto si alguno está en Cristo, es una nueva creación. Lo viejo ha pasado, ha llegado lo nuevo" (2Cor 5:17).
"El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para... pregonar libertad a los cautivos..." (Lc 4:18). Cristo, el ungido por el Espíritu Dios, vino a SOLTAR EL AMARRE, que nos hacía hijos de la desobediencia y la rebeldía. Por medio de Él, el pecado no ejercerá más dominio sobre nuestras acciones y en Cristo somos libres para vencer la tentación y acercarnos cada vez más al propósito que tiene Dios para nuestras vidas. Cristo vino a dar luz a nuestras tinieblas y hacer una nueva creación en nosotros. En Cristo somos libres de la esclavitud que causa el pecado, de la ira de Dios, de la condenación eterna, de la culpa. Ahora, con total libertad, podemos acercarnos a Dios, porque Dios nos ve a través de Su Hijo, santos y dignos de estar en Su presencia.
¿Esclavos o libres?, Hoy, el Señor nos exhorta a tomar decisiones asertivas y coherentes con su Verdad. No existe libertad en lo que destruye el alma y cuerpo, ni en lo que mantiene en la oscuridad al ser humano, ni en lo que va en sentido contrario con el plan de Dios. La felicidad fugaz es una ilusión que nos ata, que necesita ser saciada de continuo si no lleva a la agonía del alma. Pero, en Cristo, tendremos libertad eterna, donde el gozo y la paz siempre nos acompañarán. Pese a las circunstancias, el Espíritu de Dios nos dará la fuerza suficiente para no ceder ante la tentación de caer, de doblegarnos ante el espíritu de las tinieblas.
"pero ahora quedaron libres del poder del pecado y se han hecho esclavos de Dios. Ahora hacen las cosas que llevan a la santidad y que dan como resultado la vida eterna" (Rm 6:22)
¡... Alégrate y llénate de gozo, que el Señor hará grandes cosas" (Joel 2:21). Hoy, con total convicción, y después de entregar la vida a Cristo, podemos decir "¡Soy libre, en Cristo!". Libre para vivir en Su voluntad, libre para obedecer y sujetarnos a Él, libre de toda conducta, pensamiento y doctrina anticristiana, libres para seguir sus pasos y obedecer a Su llamado, libres para vivir una vida congruente a Su Palabra. Como también, libres para amarlo, adorarlo y honrarlo con cada acto de nuestra vida, libres para desechar, enmudecer y anular todo aquello que no está establecido en sus principios. Libre para vivir en gozo, paz y santidad.
La vida en Cristo no es una prisión que censura, castra o inhibe, en Él hay libertad responsable. Ante la amplia gama de posibilidades que pululan por el mundo y que nos instan a seguir, en Cristo tenemos una sola Verdad, un solo camino, un solo intercesor, un solo Dios y Salvador, elegirlo traerá bendiciones indeterminadas a nuestra vida. Después de ser esclavos del pecado, por gracia, pasamos a ser hijos de Dios, hijos de obediencia y herederos junto con Cristo. Así que, nos despojamos de las viejas maneras de vivir para adoptar una nueva identidad en Cristo. Entonces, es necesario autoevaluarnos para que con la ayuda del Espíritu Santo nos sea revelado lo que necesitamos dejar atrás para poder gritar: ¡Yo, soy libre, en Cristo, y nada me separará de Su amor! A Ti todo honor y honra, Señor de los Ejércitos Celestiales. ¡Viva el Rey de Reyes! ¡Viva nuestra nueva vida, en Cristo Jesús!
"Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor" (Rm 8:38-39)
Gracias, Glorioso Salvador, porque en medio de nuestras libertades frustradas, que nos hacía hijos de la desobediencia, llegaste Tú, Libertador de los cautivos, a soltar las cadenas para darnos una nueva vida. Somos una nueva creación en Ti, que vivirá para obedecerte, agradarte y darte honra bajo la guía de tu Santo Espíritu. Y en agradecimiento a tu incondicional amor, viviremos para proclamar tu Verdad. Otros conocerán de nuestros labios las maravillas que haces a quienes deciden que Tú seas el Señor de sus vidas. En Jesús oramos. Amén
A mi Amado Libertador, que a pesar de mi desobediencia me ungió para salvarme, sea la honra por siempre. Amén
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