MÁS DE LO QUE MERECEMOS
Pero Dios es tan rico en misericordia y nos amó tanto que,
a pesar de que estábamos muertos por causa de nuestros pecados,
nos dio vida cuando levantó a Cristo de los muertos.
(¡Es solo por la gracia de Dios que ustedes han sido salvados!) (Ef 2:4-5)
MÁS DE LO QUE MERECEMOS
Hace unos días, pasé por un supermercado y me molestó que había bastante gente y solo una cajera. Para agregar, una de mis dificultades es hacer filas, quizás porque siempre estoy en movimiento, y estar allí suspendida en el tiempo no me era agradable. Quince espaldas delante de mí con sus carros atiborrados de artículos, mientras mis manos sostenían una pasta dental y un jabón. Antes de decidir abandonar y partir, una voz femenina rompió el silencio de la espera: - "Por favor, dividan la fila, se abrirán otras dos cajas de pago". Mi corazón saltó de emoción y en un instante mi estado de ánimo cambió, pasé de estar atrás para quedar en la posición número uno sin mucho esfuerzo. Al salir y ya en calma pensé, el problema no estaba en el súper o en sus manejos, sino en mí, “tengo que aprender a esperar”, puesto que en lo que nos sucede hay un propósito que el Señor desea que conozcamos. Lo afirmo, esa mañana, debido a mis ocupaciones, fue la disculpa, no hice mi oración matutina, y en la espera de la larga fila, Dios me estaba desconectando de la agitación diaria para conectarme con Él. El Señor siempre actúa de formas misteriosas, solo debemos estar atentos para escuchar Su instrucción. Al llegar a casa, ore, agradecí y pedí perdón por haber cambiado el orden establecido por Él: - Tú, Señor, siempre serás mi prioridad. Hágase Tu voluntad.
"y ustedes son de Cristo, y Cristo es de Dios" (1Cor 3:23)
Con frecuencia, las diversas circunstancias de la vida nos conducen a cambiar de posición en el plano físico, junto con la influencia del mundo que nos persuade enfáticamente para ocupar puestos destacados, ya que según sus leyes estar en la posición número uno, ser los primeros es lo que nos define. A veces, sin límites se corre desenfrenadamente por alcanzar tal galardón, incluso si se requieren mecanismos poco convenientes o se vaya en contra de los principios cristianos es válido su implementación. Sin embargo, en el plano espiritual las cosas cambian totalmente porque nada es como lo perciben nuestros sentidos físicos ni cómo le agrada a nuestra carne mortal. Dios nos da una posición privilegiada donde Cristo es el protagonista, fuera de Él estaremos ocupando las últimas posiciones. Esta es una realidad espiritual que se nos da por gracia, tiene un impacto significativo en nuestra vida, puesto que nos trae muchas bendiciones.
El que estaba sentado en el trono dijo:
«Mira, yo hago nuevas todas las cosas.» (Ap 21:5a)
Este cambio de posición radical en la vida de la persona, después de vivir como hijos de desobediencia, "... en pecado, igual que el resto de la gente, obedeciendo al diablo—el líder de los poderes del mundo invisible" (Ef 2:2), para luego, por la inefable gracia de Dios, ser llamados a pertenecer a Su familia, reino y ser parte de Su trono, es más de lo que podemos esperar. Y sucede cuando disponemos nuestra mente y corazón para escuchar una voz suave que atraviesa la multitud de distractores que nos mantienen en sordera espiritual, que nos invita a ocupar una nueva posición, "ven sígueme". Estamos siendo llamados a ser hijos de obediencia, al decidir recibir y aceptar a Jesús como Salvador de nuestra vida, a creer que vino y murió en ofrenda con la cual se pagarían nuestras deudas provenientes del pecado, ¡Yo pago! "Las personas son declaradas justas a los ojos de Dios cuando creen que Jesús sacrificó su vida al derramar su sangre" (Rm 3:25b)
"Sublime gracia del Señor, Que a un infeliz salvó. Fui ciego mas hoy veo yo, perdido y Él me halló" (Sublime Gracia, alabanza). Las riquezas de Su gracia (Ef 2:7), inexplicables para nosotros que creemos que merecemos todo, porque "bueno soy", olvidando que solo hay uno Bueno, "Ninguno es bueno, sino solo uno, Dios" (Mr 10:18b). Al ser adoptados por Dios experimentamos un nuevo nacimiento, "nos dio vida juntamente con Cristo" (Ef 5); esto nos lleva a establecer una nueva relación con Dios, que es totalmente diferente a la anterior. Todo es nuevo, "Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!"(2Cor 5:17)
¡Perfecto! Aceptar a Cristo nos trae muchas bendiciones. Son riquezas incalculables que nos llevarán a tener vida con propósito y abundante, "no como el mundo la da". Al ser aceptados como parte de la familia de Dios, pasamos a una posición de privilegios, donde seremos piedras con las que el Señor construirá su iglesia. Pero, debemos vivir de manera coherente con el nuevo lugar que ocupamos, "ustedes son de Cristo, y Cristo de Dios" (1Cor 3:23)
La mente humana, acostumbrada a vivir bajo la influencia materialista, al escuchar que el Señor nos colmará "riquezas y abundancia" indeterminada, deposita su fe y creer en las riquezas terrenales, en lo perecedero y finito, en aquello que sacia su carnalidad. No obstante, Dios nos deja muy claro que la calidad y tamaño de Sus riquezas no tienen límites, «Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente ha imaginado lo que Dios tiene preparado para quienes lo aman» (1Cor 2:9). La vida cristiana es una nueva experiencia que va en contraposición al mundo terrenal. Tenemos una nueva posición que nos da Dios, pero es en Cristo; sin Él no tendremos un nuevo lugar. En tal sentido, el Espíritu de Dios nos despoja del ropaje viejo, del "yo" que controla todo y deseo de hacer nuestra voluntad, y nos reviste con ropa nueva, "ropaje de salvación". Con el aroma de Cristo en nosotros, ya nada será igual.
"Aun estando nosotros muertos en pecado" (Ef 2:5a), Dios nos permite tener acceso a sus bendiciones eternas. Ahora somos llamados "hijos de Dios" (Jn 1:12); "herederos de Dios y coherederos con Cristo" (Rm 8:17); "parte del cuerpo de Cristo" (1 Cor 12:27). Al ser parte de Su familia, tenemos derecho a sus riquezas, como también ha deberes, "Te daré tesoros escondidos en la oscuridad,..." (Is 45.3)
"Ah, bendita gracia del señor, que aun siendo pecador, me salvó, y Su reino puso frente a mí, Bendita gracia, del Señor que una nueva posición me dio, Una Nueva vida recibí, fue Su amor que me salvó". Hoy, con inmensa gratitud hacia nuestro Salvador, bendecimos Su Santo nombre, porque en Él, por Él y para Él obtuvimos más de lo que merecíamos:
Dios nos "dio vida" (Ef 1:1a); nos puso en una posición especial, "nos hizo sentar en lugares celestiales" (Ef 2:6) y las "riquezas de Su gracia" (Ef 2:7), el perdón de pecados, la adopción como hijos de Dios, la salvación, el poder del Espíritu Santo y la vida eterna, recibimos. Así que como coherederos con Cristo, somos beneficiarios de gozo indecible, amor ilimitado y paz que sobrepasa a todo entendimiento. Esta nueva posición en Cristo nos debe recordar que SOMOS: "amados por Dios" (Jn 3:16); "más que vencedores" (Rm 8:37); "nuevas criaturas" (2Cor 5:17); "especial tesoro" (Mq 3:17); "templo del Espíritu Santo" (1Cor 6:19-20); "luz del mundo" (Mt 5:14); "sal de la tierra" (Mt 5;13); "linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios para anunciarlo" (1P 2:9); "Somos libres" (Col 1:13)
En ocasiones, ya sea por desconocimiento o no, otorgamos escaso valor al tesoro que tenemos en el "banco del cielo". Somos "ricos" pero vivimos como "pobres", recibimos más de lo que merecemos y, aun así, no estamos satisfechos o despreciamos las riquezas dadas por Dios. Pero Hoy el Señor nos muestra un panorama distinto; y nos exhorta a vivir como embajadores Suyos en una tierra que necesita que seamos luz y sal, "Así que, somos embajadores en nombre de Cristo,..." (2Cor 5:20), porque "Dios nos ha dado la tarea de reconciliar a la gente con Él" cuando "nos trajo de vuelta a sí mismo por medio de Cristo" (2Cor 5:18-20 ntv)
Es posible, que se tenga una idea equivocada en lo que respecta al caminar con Cristo, y en el momento de iniciar el trayecto se corra, pero en busca de una silla donde acomodarnos. La posición en Cristo demanda mucho más, es dinámica, activa, y constantemente nos está empujando a vivir una vida transformada. Hay mucho que hacer, que mostrar, enseñar, vivir y dar. En consecuencia, al quedarnos acomodados para recibir, detenidos en el punto de partida o aferrados a la posición pasada, es probable que nada llegará. No existe triunfo sin movimiento, y por consiguiente, no hay premiación. "avanzo hasta llegar al final de la carrera para recibir el premio celestial al cual Dios nos llama por medio de Cristo Jesús" (Fil 3:14).
El Señor nos recuerda que la nueva posición en Cristo nos llena de poder y confianza. Hace nuestro caminar seguro y con metas seguras para nuestra vida. En esta posición, adquirimos fuerza para enfrentar los desafíos diarios con la ayuda de Dios y de Su Santo Espíritu. Esta nueva identidad nos mantendrá alejados de Satanás y de toda maldad, "Sabemos que los hijos de Dios no se caracterizan por practicar el pecado, porque el Hijo de Dios los mantiene protegidos, y el maligno no puede tocarlos" (1Jn 5:18). El estar en Cristo se manifiesta en que tenemos una nueva vida, y aunque somos imperfectos, tenemos la oportunidad de arrepentirnos y no volver a pecar.
Una posición nueva, un lugar destacado que nos da Dios a través de Su Hijo. Redimidos por gracia y ahora pertenecemos a un Dios misericordioso. Lo que antes respiraba muerte ahora respira y exhala vida; la tierra seca y estéril recobra vida para dar frutos. Más de lo que merecemos, pero por el beneplácito de Dios, nos otorga privilegios por creer, amar, servir y ser obedientes a Su Hijo. Por llevar una vida digna como sus hijos, coherente con la posición en Cristo que nos fue dada. Por ejercer nuestros deberes cristianos responsablemente, los cuales nos mantienen conectados con el lugar que ahora ocupamos y con Dios. Estudiar la Palabra de Dios, la oración, el servicio, la evangelización son tareas que nos mantienen activos. Nada fácil, pero como creyentes, que apreciamos la bondad de Dios y recibimos Sus bendiciones, le agradecemos por el derroche de Su amor hacia nosotros. Así, con gratitud, podemos difundir a otros las riquezas que hemos recibido del Señor, nuestro maravilloso Dios.
Tu amor inagotable, oh Señor,
es tan inmenso como los cielos;
tu fidelidad sobrepasa las nubes. (Sal 36:5)
Gracias, Bendito Señor, por hacernos ricos, sin tener un céntimo en el bolsillo, y aun teniendo los bolsillos llenos, por enseñarnos a darle un valor mucho mayor a las riquezas que Tú nos das. Te pido, Soberano Salvador, que nos mantengas activos en la posición que nos diste. Danos un corazón dispuesto a vivir las verdades que nos has enseñado. Aferrados a Tu Hijo, impúlsanos hasta alcanzar la meta que tienes para nosotros, la vida a eterna. Mantén nuestros corazones alertas para que, cuando vengan los suaves murmullos de Tu voz, recordemos que estás con nosotros, y siempre lo estarás dándonos tu fuerza para mantenernos en la posición que nos diste a través de Cristo, tu amado Hijo. En el nombre de Jesús. Amén
¡Qué precioso es tu amor inagotable, oh Dios!
Todos los seres humanos encuentran refugio
a la sombra de tus alas. (Sal 36:7)
A mi amado Salvador, que aun sin merecerlo, me ama inagotablemente, sea toda honra y gloria por siempre. Amén.
*** Que el Espíritu Santo te de fortaleza para vivir haciendo honor a la posición en Cristo que Dios destino para sus hijos.
Que el Señor sea tu paz.
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