UNA INVITACIÓN INAPLAZABLE
"Una a una fue entregada la invitación: “Te esperamos, pero más esperamos la alegría de tu corazón”, cerraba la misiva.UNA INVITACIÓN INAPLAZABLE
Para Hanna todo había sido perfecto: cada habitante de las inmensas aguas estaría allí disfrutando de su felicidad. Sin embargo, no advirtió algo esencial: quien debía a oficiar la ceremonia, el tiburón ballena, vivía tan lejos que la invitación nunca llegó a sus manos..
El pez correo nadó por arrecifes, hondonadas y atravesó grandes tormentas para cumplir con su misión, pero el tiempo no le alcanzó y la distancia le ganó.
Ahora, todos allí reunidos, se vieron invadidos por la tristeza. Hasta que la gran tortuga marina —quien tampoco había recibido invitación— llegó de sorpresa y, sin pensarlo dos veces, proclamo:
—¡Síganme!, que yo celebraré esta unión. Estiren sus vestidos y que la cara brille hoy, porque cuando no hay esperanza se acaba toda ilusión. Traigan todo a mi mesa y que la música suene ya. ¡Que vivan los novios, que viva esta unión!" ( Fragmento de "La invitación" tomado del Diario Lector Infantil)
Este pequeño relato infantil nos recuerda que, aunque todo parece perdido, un rayo luz puede interrumpir inesperadamente. La tortuga marina, con su presencia imponente, llegó para poner fin a la tristeza y devolver la alegría, devolviendo la esperanza a los presentes, sin resentimiento por no haber sido invitada. Su llegada iluminó un momento oscuro, trayendo el cierre perfecto a la celebración.
Cuando el Señor Jesús nos hace la invitación: "Sígueme", su propósito es llevarnos a un nivel de espiritualidad que solo de Su mano podemos comprender y transitar. Él será la antorcha constante e inextinguible que ilumine nuestro camino, la roca inamovible que nos sostenga y, con Su brazo fuerte, nos mantenga bajo Su protección.
Un soplo de Su aliento renovará nuestras fuerzas y nos llevará a reconocer sólo Él es la fuente de nuestra ayuda.
"Alzaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro?
Mi socorro viene del Señor, que hizo los cielos y la tierra" (Sal 121:1)
La invitación, que es para todos, implica un aprendizaje constante, en el cual Él será el Maestro y nosotros aprendices, dispuestos a dejarnos moldear por sus manos. Nos enseñará a vivir con autenticidad y propósito. Seremos guiados a caminar en obediencia y humildad, a tener compasión y a practicar el perdón continuamente.
"Mas ahora, oh SEÑOR, tú eres nuestro Padre, nosotros el barro, y tú nuestro alfarero; obra de tus manos somos todos nosotros." (Is 64:8)
Tomar la decisión de aceptar la invitación de seguir a Jesús es un deseo que suscita el Espíritu de Dios, quien "produce en ustedes (en nosotros) tanto el querer como el hacer" (Fil 2:13).
La persona responde con fe y convicción y, anhela de corazón la vida que Él ofrece.
Sabe que, al hacerlo, adquiere la responsabilidad como creyente de seguir cada instrucción tal como Su Maestro lo indique. Reconoce que en Jesús encontrará lo que el mundo no puede ofrecer: sabiduría, conocimiento y una vida nueva; es decir, una nueva oportunidad transformadora.
"porque él nos dio una nueva oportunidad,..."Si hoy escuchan la voz de Dios, no sean tercos" (Heb 4:7)
En la vida cotidiana ponemos nuestra esperanza en personas de conocimiento, como un profesor, o en instituciones académicas, esperando que nos conduzcan a niveles superiores de aprendizaje. Sin embargo, estos conocimientos son humanos, cambiables y limitados.
Pero en Jesús —quien es la fuente de toda conocimiento y de toda verdad— encontramos un entendimiento espiritual irrefutable, preciso y eterno. Son dos realidades que avanzan en sentidos opuestos: la primera puede bifurcarse y cambiar de rumbo; pero en Jesús hallamos un solo camino, una sola verdad y una sola vida. Juan 14:6.
En Él está la vida, porque Él es la vida misma, el único camino de salvación 1 Tim 2:5-6. Esto confirma y asegura que seguir a Jesús es, y siempre será, la vía más segura que nos conduce a nuestro destino final, la vida eterna.
"De su boca provienen el saber y el entendimiento" (Pv 2:6b)
Además, cuando el creyente vive para Él, se goza en Él y disfruta escucharlo hablar, aprendiendo cada día de sus enseñanzas, es porque ha entendido el sentido de la invitación del Señor. Su vida se convierte entonces en un testimonio vivo de Jesús.
Si esta verdad permanece cada día, y cuidamos de que nada ni nadie las adultere, el camino que Él nos ha trazado se mantendrá firme: "Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de los muertos, serás salvo" (Rm 10:9:11).
Jesús murió y resucitó para salvarnos; esta es la única verdad. Su amor indescriptible lo llevó a asumir nuestras culpas, y Su humildad lo hizo soportar ultrajes y abogar por nosotros, "Y... (nos) dio vida,... cuando aún (estábamos) muertos en delitos y pecado" (Ef 2:1).
Por eso, es necesario mantener una relación constante, y reverencial con él: "al único y sabio Dios, nuestro Salvador,..." (Jud 1:25)
A veces minimizamos el significado de la obra de la cruz, convirtiéndola en un simple ritual que inicia y termina cuando el concluye el tiempo de la oración. Sin embargo, debemos entender que si: "Cristo sufrió por nuestros pecados, el justo por los injustos, a fin de llevarlos a ustedes (a nosotros) a Dios," (1P 3:18b), entonces la muerte de Cristo y su resurrección debe ser una realidad constante e inaplazable en nuestra vida.
Una vida en Cristo no se construye cuando queremos o tenemos tiempo, ni a distancia, ni de manera virtual o esporádica; tampoco se edifica haciendo nuestra propia voluntad o intentando manipular la suya. Se construye manteniendo una relación personal, fiel y profunda con nuestro Salvador. "Si ustedes se mantienen unidos a mí, YO ME MANTENDRÉ UNIDO A USTEDES" (Jn 15:4 TLA)
El mismo Dios que iluminó el camino del pueblo de Israel en el desierto, después de sacarlos de la esclavitud de Egipto —el que rompió sus cadenas y los condujo hacia la tierra Prometida— es el mismo que tomó semejanza de Hombre y se encarnó con un propósito: iluminar y dispersar la tinieblas de nuestros corazones.
"Y Jehová iba delante de ellos de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarles, a fin de que anduviesen de día y de noche." (Éx 13:21 RV)
Hoy nos reitera, como los hizo en el pasado: "Una vez más Jesús se dirigió a la gente", —"Yo soy la luz del mundo—", con el fin de guiarnos hacia el entendimiento de Su Palabra y eliminar cualquier pensamiento que nos haga creer que somos generadores de nuestra propia luz o que podemos obtenerla de otros.
Arrogancia, autosuficiencia y vanagloria, son pecados que se forman a raíz de estas percepciones.
Así como la luna, que no tiene luz propia pero brilla por el reflejo de la luz de sol, permaneciendo en el firmamento radiante, activa y sostenida por los rayos dorados del astro rey, así también los seguidores de Jesús brillan por el poder de Su luz, recibiendo grandes bendiciones para sus vidas.
Esta unidad con el Creador del universo nos envuelve en abrazo de amor que nos da seguridad, confianza y gozo.
"En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres" (Jn 1:4)
De esta manera podemos entender que el Señor Jesús vino para darnos una nueva oportunidad, la cual trae consigo responsabilidades cristianas: vivir con propósito y fe, reflejando el carácter del Maestro, que nos enseña cada día a tener una vida con sentido eterno. El "Sígueme" no es un llamado opcional ni postergable, sino una invitación a confiar en cada promesa y en Su plan, ya que todo forma parte de un diseño más grande.
"Si hoy escuchan ustedes mi voz, no endurezcan su corazón,..." (Sal 95:8)
Asimismo, el obedecer sus instrucciones es una acción que nace del corazón por el obrar del Espíritu de Dios, como respuesta de fe, amor y gratitud del creyente hacia el Señor. Si nuestro propósito es ser imitadores de Cristo, esto requiere transformación interna, donde la "vieja vida" queda atrás, porque en Él "somos una nueva Creación" (2 Cor 17-18).
La oración, la lectura de la Palabra y la adoración son imprescindibles, como también el congregarnos. Esta no es una invitación que se puede archivar o descartar, sino un llamado al que debemos acudir con obediencia y reverencia hacia Aquel que no escatimó una sola gota de Su sangre para interceder por nosotros.
En conclusión, tenemos tareas que hacer: Seguir a Jesús como guía diaria. La luz de del mundo nos solo nos ilumina en momentos de crisis, sino que nos da dirección constante. Las tinieblas representan confusión, pecados o dudas, entonces debemos eliminar la oscuridad personal, ser portadores de Su luz y mantener una relación constante con Él.
"El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida"
Todos estos aspectos son esenciales para llevar una vida conforme a la voluntad de Dios, una vida que lo glorifique y le dé honra, que es el propósito principal de Su llamado. El mundo presiona y trae tentaciones nuevas cada día, en donde se pone a prueba nuestra rectitud y convicciones. Pero, estar unidos a Cristo y permitir que Su luz ilumine nuestras vidas, nos dará fortaleza para resistir las tentaciones y mantenernos firmes y leales a Él. "Nada podrá separarnos del amor de Dios..." (Rm 8:38).
Aunque las dificultades lleguen a nuestra vida, y las tormentas nos golpeen con fuerza, debemos confiar en Su promesa: Su presencia estará con nosotros siempre (Mt 28:20). Es esa presencia la que nos sostendrá en medio del caos y la adversidad; Su amor traerá paz y reconfortará nuestra alma.
Las tinieblas que nos agobiaban, vienen a ser iluminadas por Su luz, y ya no habrá confusión, porque Jesús será el orden de nuestra vida: la antorcha que guiará nuestros pasos y el faro que, desde lo alto brillará para recordarnos que en "TU PRESENCIA HAY PLENITUD DE GOZO;...," (Sal 1611a); y que, aunque la noche sea oscura, la mañana traerá una nueva luz de esperanza.
"¡el fiel amor del SEÑOR nunca se acaba! Sus misericordias jamás terminan. Grande es su fidelidad; Sus misericordias son nuevas cada mañana" (Lam 3:22-23)
Bendito y alabado, seas Soberano Señor. Bendito, Tu santo nombre, Honra y gloria al Rey y creador nuestro, quien no se cansa de buscarnos, llamarnos e insistir en mostrarnos Su ruta de salvación. Cada día, Tu invitación se renueva junto con tus misericordias; en todo momento su gracia nos cobija y su amor nos abraza.
Ayúdanos, Señor, a no aplazar ni descartar tu invitación, sino a elegir la vida, para que Tu nombre sea glorificado en cada acción nuestra. Da luz a nuestros ojos y corazones, para que Tu Santo Espíritu nos guíe por la senda correcta, allí donde las tinieblas no existe porque tu Luz las ha extinguido. En el nombre de Jesús. Amén.
Que el Espíritu de Dios le lleve seguir los pasos del Maestro en obediencia, humildad y celo por Su Palabra, reconociendo que Su luz es la única que puede transformar nuestros corazones.
El Señor te bendiga.
Psicóloga Educativa Infantil Cristiana
Estudiante de Teología Reformada
"Tu amor me encontró"
Es Su Gracia

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