MUCHO MÁS QUE PALABRAS
Si alguno quiere seguirme,
niéguese a sí mismo,
tome su cruz cada día
y sígueme" (Lc 9:23)
MUCHO MÁS QUE PALABRAS
No te dé temor hablar por Cristo,
Haz que brille en ti su luz,
Siempre a quien te redimió confiesa,
Todo debes a Jesús.
No te dé temor sufrir por Cristo
los reproches o el dolor;
Sufre con amor sus pruebas todas,
Cual sufrió tu Salvador. (Himno)
📘 Antón, cansado de su arduo trabajo —horas enteras frente a la pantalla, días con una pequeña ración de comida, un pago mínimo y un jefe que no dejaba de presionarlo por más—, había tomado la decisión que había dilatado por mucho tiempo por temor a dejar lo conocido: partir hacia la capital en busca de una mejor vida.
Ahora, agotado y sin expectativas próximas, volvería a empezar. ¿Cómo estaría allí? No se podía saber. Lo cierto es que, aunque sería difícil, en una nueva ciudad y con su cuenta bancaria en casi en ceros, lo intentaría. El riesgo valía la pena.
Tomó sus cosas y se marchó. El tren partió en la mañana, y solo humo dejó. Antón se despidió de sus padres en la estación, suspiró con fuerza y expresó:
—Aquí voy. Sé que soplarán fuertes vientos que intentarán hacerme caer. También sé que no tengo fuerzas, y que atrás han quedado quienes daban coraje a mi vida. Sin embargo, reconozco que, para ser libre, no debo mirar hacia atrás. Al frente hay un futuro que pocos desean encontrar. (Tomado de Diario Lector II Adultos)
✔ Antón renuncia a la comodidad a la que estaba acostumbrado y que lo tenía encerrado en círculo de conmiseración y sin sentido de vida. Deja atrás su pasado, su seguridad familiar y hasta el apoyo de sus padres. En su decisión hay una especie de desprendimiento personal: sabe que debe soltar lo que fue para buscar algo nuevo. No huye del sufrimiento, sino que lo acepta como la fuerza que lo impulsa hacia una nueva oportunidad. Sabe que —“para ser libre, no debo mirar hacia atrás”—.
Esto evoca la misma actitud de quien decide seguir un llamado más grande, confiando en lo que no ve, avanzando con esperanza. En resumen, la historia de Antón puede leerse como una parábola moderna sobre el desprendimiento, la perseverancia y la esperanza en medio del cansancio, elementos centrales del mensaje de Jesús en Lucas 9:23.
"... el cuerpo no debe quedar allí colgado toda la noche. Habrá que enterrarlo ese mismo día, porque todo el que es colgado es maldito a los ojos de Dios." (Deu 21:23)
En la antigüedad la cremación y decapitación fueron actos mediante los cuales el condenado era ajusticiado. Sin embargo, pero sin lugar a dudas, la crucifixión no tuvo comparación.
Era la forma más cruel en que los poderosos ejercían su dominio sobre los más débiles. Los condenados eran exhibidos, torturados y puestos al escarnio público sin la más mínima condolencia.
Humillante, doloroso e inhumana, la crucifixión iba acompañada de actos de tortura previos, incluso antes de ser juzgado. Cargar sobre los hombros un pesado madero y caminar con él hasta el lugar de muerte definitiva no era suficiente; aún quedaba la agonía del suplicio en la cruz, donde el dolor y el maltrato parecía no tener fin.
Los buitres, conscientes del festín que les aguardaba, revoloteaban alrededor de aquel sanguinario lugar, esperando el momento en que el sufrimiento diera paso a la muerte. "Fue despreciado y rechazado: hombre de dolores, conocedor del dolor más profundo. Nosotros le dimos la espalda y desviamos la mirada; fue despreciado, y no nos importó." (Is 53:3)
Tomar la cruz en tiempos de Jesús era un viaje sin retorno: significaba llegar al patíbulo de muerte con todo en contra. Los que estaban presentes —seguidores y no seguidores— sabían muy bien de esta situación. Eran conscientes de lo que implicaba ser crucificado.
Jesús les habla, tomando como referencia estos sucesos, para mostrarles que el camino no es fácil y que se preparen, porque recibirán un trato similar. Pero más adelante les recuerda: —"Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo". (Mt 28:20)
Frente a un pueblo expectante, inquieto y con dudas acerca de quién era Él, Jesús les dice: —"Si alguno quiere seguirme" o "si hubiera alguno"... SÍGUEME.
Esta expresión no es coercitiva, sino voluntaria. Con libertad se decide aceptar seguir a Jesús, con todo lo que implica ser su seguidor. El llamado era y es para todo aquel que tenga el deseo de seguirle, puesto que somos salvados por gracia.
"Por gracias ustedes han sido salvados mediante la fe" (Ef 2:8) y para todo aquel que cree: "... para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna"(Jn 3:16).
Esta decisión es mucho más que palabras, las cuales fácilmente pueden ser arrastradas por las corrientes de la vida. Tomar esta decisión a ligera conlleva a que, ante la primera dificultad, se abandone todo y se vuelve atrás. Entonces no se discierne con claridad el paso tan importante que se ha dado: la aceptación a una nueva vida y "no" rotundo a la anterior vida.
Quizá esto es lo que más teme el ser humano cuando ha vivido aferrado a la aparente libertad que brinda el mundo. Mientras esto no se haga, se rompan las estructuras antiguas, la vida cristiana se convierte en un engaño y en una continua deshonra para Dios.
"Si necesitan sabiduría, pídansela a nuestro generoso Dios, y él se la dará; no los reprenderá por pedirla. (Sg 1:5)
El "Sígueme" es acto voluntario que viene acompañado del "niéguese a sí mismo". Este no es un simple modismo que el Señor Jesús utiliza para confrontar y anunciar su muerte, sino una exhortación autoritativa a tomar en serio sus palabras y seguirle.
Es un acto expiación, donde se sacrifica una vida que le ha dado preeminencia a su propio "yo". Es el desprendimiento radical del "yo" que ha reinado por bastante tiempo, que quiere controlar y hacer su voluntad, para poner en su lugar a Cristo. Una vida que renuncia a sus deseos personales, buscando agradar a Jesús, ya que hay una nueva naturaleza que habita en él.
"Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí" (Gál 2:20).
Y esto no es tan solo abandono —en algunos casos transitorio— de nuestros placeres cotidianos o ciertas comodidades que se tienen. Esto es prescindir para ganar y entrar a una nueva perspectiva de vida. Es un cambio de mentalidad y rechazo rotundo al pecado y a todo aquello que esté en contra de principios de Dios. Es asumir el pensamiento de apóstol Juan:
"Es necesario que Él crezca, pero que yo mengüe" (Jn 3:30).
Difícil en estos tiempos, cuando a la autonomía y autosuficiencia se les rinde honores y se exaltan desde la corta edad, prevaleciendo durante toda la vida. La sociedad de consumo se encarga de mantener en lo alto estos concepto, haciendo a las personas codependientes de sus ofrecimientos. Algunos niños llevan ese "reinado" sobre sus hombros, tan acentuado que se convierten en pequeños monarcas de su hogar, siendo los padres o adultos cercanos quienes se transforman en una influencia tóxica para su desarrollo. Pasan por alto las palabras del Señor Jesús:
—"... si alguno de ustedes quiere ser importante, tendrá que servir a los demás. (Mt 20:26)
Entonces, la cruz, que formaba parte del propósito divino, donde la gloria de Dios se manifestaría, pasa a ser un simple simbolismo de idolatría y exhibicionismo. Pierde su valor y lo que debe representar en la vida de un verdadero cristiano: el lugar donde ocurrió el intercambio más sublime de la historia, donde el Cordero, sin mancha y sin pecado alguno, entregó su vida por cada uno de nosotros.
Allí Su sangre fue derramada, después, de ser torturado, para darnos la bendición más grande: nuestra salvación. También fue allí donde se manifestó la verdad sobre la esencia humana —la maldad— y, con ello, la necesidad que tiene el ser humano de un Salvador.
Sin embargo, a pesar del dolor y sufrimiento de Su Hijo, Dios, en su infinito amor, abraza con la cruz a todo aquel que decide seguirle y que anhela Su perdón y Su redención.
"Porque el Señor tu Dios, ...te renovará con su amor, se alegrará por ti con cantos" (Sof 3:17)
"Toma su cruz"
Con todo esto, el Señor Jesús deja muy claro en sus palabras que sin dolor y sin sufrimiento no hay victoria, teniendo en cuenta que aún no ha sido crucificado. Una vida cristiana sin sacrificio es una vida que necesita ir hacia aguas más profundas, para ser alcanzada por los brazos del Redentor.
Seguir a Cristo implica una renuncia total a todo lo que nos satisface y nos mantiene alejados de Dios, para entregarnos enteramente a Él. No se puede entregar la vida fraccionada a Cristo; no se puede creer hoy y mañana no. Con Él es todo o nada. Jesús lo dio todo en la cruz para que podamos darlo todo por Él.
"... todo lo demás no vale nada cuando se le compara con el infinito valor de conocer a Cristo Jesús , mi Señor." (Fil 3:8)
"Tomar la cruz" no es simplemente aceptar un problema o carga, sino estar dispuestos a sufrir, sacrificar y morir al pecado por amor a Cristo. Es el gran costo del discipulado —soportar las pruebas con fe, perseverar en medio del dolor, sabiendo que el dolor produce victoria espiritual y permanecer fiel incluso cuando seguir a Jesús no sea cómodo ni popular—.
No basta con cargar la cruz: hay que seguir a Jesús, imitando Su carácter, su amor, su humildad y su obediencia al Padre. Quién decide tomar su cruz y seguir a Cristo, debe hacerlo de manera seria y comprometida. Esto no significa una religión superficial, sino una relación real con Él. Debe saber, que aunque pierda algo en esta vida, gana lo más grande: la comunión eterna con Dios.
Romper los esquemas mentales, condicionados desde la niñez y acabar de raíz aquello que alimenta nuestro ego y satisface nuestros deseos carnales requiere de una fuerte dosis de sufrimiento. Nada fácil, pero necesario, puesto que quien vive para sí mismo podrá satisfacer sus deseos terrenales, pero se alejará cada vez más de la vida perdurable: la vida eterna. Por eso necesitamos cada día la ayuda del Espíritu de Dios. Solos no podemos.
"No será por la fuerza ni por ningún poder, sino por mi Espíritu" ( Zac 4:6)
La cruz, como instrumento de ejecución en los tiempos de Jesús, es el símbolo de sacrificio total y entrega absoluta. El Señor nos invita a estar dispuestos enfrentar dificultades y pruebas que implica el seguirle. Busca discípulos comprometidos con el avance de su iglesia, por medio de la proclamación del Evangelio, ya que cada vez más se acerca el día del Señor.
Que nuestras propias dificultades o sufrimiento no nos detengan, sino que, de Su mano, las crucemos, para continuar en el ministerio que no nos ha asignado. Cada día es un llamado a avanzar por más, a no rendirnos y a fortalecernos en Él. Su fuerza, será nuestra fuerza, mientras vivamos unidos a Él.
"Él da fuerzas al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas" (Is 40:29)
Contra viento y marea, nada nos detendrá: ni nosotros mismos ni la influencia contraria del exterior. Ya que el Señor avanzó hacia el lugar de ejecución sin abandonar la cruz que le fue impuesta. Llegó hasta el final llegó sin quejarse, sin airarse ni desobedecer. "... delante de sus trasquiladores , enmudeció y no abrió la boca;..." (Is 53:7b). Con humildad, carácter y seguridad ante el propósito de Su sacrificio, soportó cada sufrimiento que se dio.
Por lo tanto, con mayor razón y siguiendo Su ejemplo, debemos ser testimonio vivo de Su entrega y seguir adelante cada día, con determinación y fe viva, siguiendo los pasos del Cordero inmolado, glorificando su nombre hasta nuestro final encuentro.
"Porque todo aquel que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará" (Lc 9:24)
* Soberano Salvador, Rey eterno, gracias te damos por cada una de tus palabras, por cada enseñanza y amonestación, porque nos muestras tu gran amor hacia nosotros. Ayúdanos a recibirlas con humildad y aceptación, y hacerla parte de nuestro diario vivir. Danos la fortaleza para obedecerlas y vivir de acuerdo con tus instrucciones. Sabemos que, si deseamos una buena vida, debemos morir a lo que no nos deja vivir y permitir que tu crezca en nosotros. Que esta verdad se establezca por siempre en nuestros corazones. Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.
Que el Espíritu de Dios te lleve aceptar la invitación de Jesús, con convicción y gozo, sabiendo que cada día debemos ser renovados para seguirle fielmente.
El Señor te bendiga.
Psicóloga Educativa Infantil Cristiana
Estudiante de Teología Reformada
"Tu amor me encontró"
Es Su Gracia

Comentarios
Publicar un comentario