¡VAMOS POR MÁS!
"Entonces Jesús dijo a los judíos que habían creído en él:
—Si ustedes permanecen en mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos;" (Jn 8:31)
¡VAMOS POR MÁS!
Esa mañana era especial. El sol brillaba con más intensidad y el cielo estaba despejado. No se divisaban señales de lluvia. La quietud del día llevó a la araña a salir de su cueva y dedicarse a trabajar. Con aires de grandeza, y sin aceptar la ayuda de sus vecinos —a quienes decía—:
—Hoy nadie podrá escapar de mi fina y resistente red. Empezó su labor con esmero, mientras tarareaba un corto estribillo: —"¡Sí, mi tela es buena! ¡Sí, nadie podrá escapar de ella! ¡Tendré rica cena, satisfecha dormiré! Convencida de lo que le esperaba, terminó con ilusión, aguardó en silencio a su víctima, que saciaría a su banal corazón. Cuando se estaba acomodando en una esquina, un resoplido del cielo estremeció su ánimo, y un viento traicionero se llevó la red ante su mirada atónita, —y la de sus vecinas—, que sintieron gran satisfacción. Qué gran verdad es aquella: que una cosa es lo que creemos... y otra, lo que viene a continuación. (Es Su Gracia- Escritos e Historias con Propósito-Diario Lector).
"El que se gloría, que se gloríe en el Señor" (1 Cor 1:31)
"Para un buen entendedor, pocas palabras", dice el adagio popular. Pero "también sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento para que conozcamos al Dios verdadero..." (1 Jn 5:20). Situémonos en el presente: imaginemos que cierto Predicador —que está causando revuelo— convoca a una reunión. Tiene algo para anunciar y, a la vez, enseñar.
Algunos asisten únicamente para averiguar qué va a suceder, y luego compartir la información con sarcasmo y sensacionalismo popular. Otros, convencidos de su fidelidad y creyendo que deben entrar en obediencia, llegan desde temprano a la cita, ocupando los primeros lugares... pero pasan por alto las palabras de Aquel Mensajero, "Los primeros serán los últimos, y los últimos serán los primeros..." (Mt 20:16)
Regresemos al momento en que Jesús estaba dando instrucciones y aclarando la errónea interpretación sobre su venida y su mensaje, dirigido a un pueblo que, en ocasiones, se rehusaba a entender y creer sus palabras. Por esta razón, les repetía con insistencia: "—Escuchen y entiendan bien." (Mt 15:10 TLA), "El que tenga oídos para oír, que escuche y entienda" (Lc 8:8c NTV), porque "...a los que no escuchan, se les quitará aun lo que piensan que entienden." (Lc 8:8b NTV).
Dado que los judíos esperaban a un revolucionario político que pusiera fin a la opresión romana, Jesús les dejaba claro que Él era el Mesías del cielo, enviado por Dios para darles la verdadera libertad: aquella que rompe las cadenas del pecado y trae paz al espíritu. Para ello, era necesario que Él muriera; sería el último Cordero sacrificado, quien nos libraría de la ira divina y nos acercaría a Dios. "Pero Cristo ofreció un solo sacrificio por los pecados, que es suficiente para todos los tiempos. Luego, se sentó a la derecha de Dios." (Hch 10:12)
La mente humana suele orientar sus apreciaciones según su conveniencia, influenciada por factores tanto externos como internos. El creer, —una actitud que precede a la acción— no escapa a esta influencia, ya que forma parte de nuestra naturaleza. Creer parte de una verdad subjetiva y, a la vez percibida como absoluta y muy personal, que no se considera cierta hasta que se materialice, "Se cree hasta que no se diga lo contrario". La Escritura advierte: "Más engañoso que todo, es el corazón, y sin remedio; ¿quién lo comprenderá? (Jr 17:9)
De esta manera, el acto creer es influenciado por las experiencias del individuo, su actitud personal y su conocimiento previo, lo que le otorga un nivel de certeza relativa, ya que está sujeto a variables que determinarán su validez. Por lo tanto, cualquier fuerza externa puede derribar los supuestos que dieron origen a esa creencia o modificar su sentido original, dando lugar a la creación de nuevos postulados. "el hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos" (Sg 1:8)
En cambio, el creer espiritual es una experiencia interior que va más allá de una mera aceptación mental o intelectual. Este acto es guiado por el Espíritu Santo y por la revelación de la Palabra de Dios. En ese sentido, creer se convierte en la plataforma que nos conduce a la fe. Es el primer paso que desencadena una reacción en cadena espiritual, permitiendo que nuestra fe en Dios y en Su Palabra nazca, crezca y dé frutos, "Por sus frutos los conocerán" (Mt 7:16 NVI).
No obstante, debemos anclarnos a Su verdad, y fortalecer nuestra relación con Dios cada día para ser testigos del amor que Él nos ha dado a través de Su Hijo Jesucristo. "Permanezcan en mí, y yo en ustedes", así, "es glorificado mi Padre: en que lleven mucho fruto y sean mis discípulos." (Jn 15:4a,8 RVC)
"...muchos creyeron en él" (Jn 8:30). El pueblo judío vivía un momento similar, en muchos aspectos, al que se vive en la actualidad. Creían a su manera y con intenciones contrarias a lo que Jesús enseñaba. Llegaron a tal confusión que, al decir que había venido a darnos libertad —no política o social, sino libertad del pecados— intentaron matarlo (Jn 8:37).
El Señor nos hace un llamado imperativo a reconocer cuál es la base y la esencia de nuestro creer. Si hemos creído en Su Palabra, y esta es el soporte que hace nuestra fe infalible e incapaz de ser influenciada negativamente, entonces debemos movernos guiados por ella y hacerla parte de nuestro accionar diario. De lo contrario, nuestra voluntad seguirá prevaleciendo, a pesar de que la "La voluntad de Dios es que sean santificados;..." (1 Tes 4:3)
Persistir en creer en imaginarios religiosos sin sentido hace que la fe pierda propósito y se vuelva inútil. Cuando se forman imágenes mentales quiméricas de las creencias —sabiendo que Dios es real, que vive y habita en nuestros corazones—, la fe se convierte en un espejismo inalcanzable, en un relato mítico que hace un personaje fantástico que no forma parte de nosotros. Jesús advirtió: "Muchos me dirán en aquel día: "Señor, Señor,...", mostrando el listado de obras buenas, "Pero yo les diré: Nunca los conocí. ¡Apártense de mí, obreros de maldad" (Mt 7:23)
Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes...
¡Ustedes los inconstantes, purifiquen su corazón! (Sg 4:8)
“¡Vamos por más!”, es el llamado que hace el Señor a Su iglesia: vivir cada día con el anhelo ferviente de estar en Su presencia, de conocerlo y de obedecer Sus mandatos. Esto es lo que hace que, en el cristianismo, more y persista una fe viva, dinámica y vigente. “Vamos por más”, es desmontar la idea de un cristianismo inerte y convertirnos en buscadores incansables de los tesoros eternos, escudriñadores apasionados de la Verdad y hacedores de Su Palabra. “Vamos por más”, debe ser el lema que caracteriza a un creyente de convicción férrea, decidido a honrar a Dios con su vida.
"Los que dicen que viven en Dios deben vivir como Jesús vivió" (1 Jn 2:6)
Creer es el requisito para ser salvo eternamente: "Cree en Señor Jesucristo, y serás salvo,..." (Hch 16:31). Sin embargo, permanecer —es decir, establecerse y afianzarse en Su Palabra— es el requisito para ser Sus verdaderos discípulos (Jn 8:31b). Más que simplemente creer, —"...hasta los demonios creen..." (Sg 2:19)—, se trata de abrazar el estilo de vida de Cristo y vivir Su Palabra. Cuando creemos, estamos convencidos de algo, pero para que ese estado perdure debemos quedarnos, permanecer; esto es lo que reitera el apóstol Juan: echar raíces y formar parte del equipo de Cristo, no como simples espectadores, sino como obreros que trabajan incansablemente. "Procura con diligencia presentarte ante Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse y que usa bien la palabra de verdad." (2 Tim 2:15)
Con esta seguridad, y confiando que en Cristo seremos libres —"conocerán la verdad, y la verdad los hará libres" (Jn 8:32)—, permanecemos y enraizamos nuestra fe. Avanzamos por más, como discípulos de Cristo, expectantes por alcanzar lo que se nos ha prometido.
Movidos por el Espíritu de Dios continuamos, fortaleciendo nuestra fe en el camino, hacia la meta: la vida eterna. Con total convencimiento de que cada palabra que sale de la boca de Dios es verdadera y que, como espada —penetra hasta partir el alma y el espíritu (Hbe 4:12b)—. Por eso, se recibe, se acepta y se obedece: "Todo el que permanece no peca" (1 Jn 3:6) y "Todo el que ha nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente (Cristo) de Dios permanece en él..." (1 Jn 2:9).
Ustedes necesitan perseverar para que,
después de haber cumplido la voluntad de Dios,
reciban lo que él ha prometido. (Heb 10:36)
Gracias, Señor, Tu Palabra es como una fina red que nos sostiene y nos prepara para continuar avanzando de acuerdo a tu plan eterno. ¡Qué deleite quedar enredados en sus finos trazos y cautivos de tu maravilloso amor! Hoy decido ir por más, hasta permanecer en Ti eternamente. Te pido, Señor, Salvador de nuestras vidas, que limpies nuestro camino; que quites todo obstáculo que impida que veamos y obedezcamos las maravillas de tu Verdad. Ánclanos fuertemente a tu corazón, hasta que nos encontremos donde el sol brilla con más intensidad. En el nombre de Jesús. Amén.
* Que el Espíritu de Dios te lleve a quedarte anclado(a) al corazón de Cristo.
El Señor te bendiga.
Psicóloga Educativa Infantil Cristiana
Estudiante de Teología Reformada
"Tu amor me encontró"
Es Su Gracia

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