LA BENDICIÓN DE SER PROCESADOS


LA BENDICIÓN DE SER PROCESADOS

El pequeño grillo saltaba alegre entre los nenúfares y lotos, trepaba por entre los juncos sin detenerse a mirar y escuchar a su preocupada madre, que le imploraba detenerse y regresar. Llevaba días resguardado en su casa por un fuerte resoplido en su interior, que no veía la hora de escapar y disfrutar de la belleza del lago. Pero esta belleza tan solo la pudo disfrutar por poco tiempo. En un instante, sus patas resbalaron y un vuelco dio hacia las profundidades de las oscuras aguas. Su madre, angustiada, corrió en su auxilio. Lanzando un lazo de raíces al fondo, logró asir a su pequeño retoño. Tiró con gran fuerza y a la luz lo devolvió. El pequeño transgresor lloró sin cesar, y en medio de su pesar juró obedecer. Su madre una sacudida y reprensión fuerte le dio, sin atender a las voces vecinas que clamaban indulgencia para el menor. Este desatino del pequeño grillo lo llevó a estar días bajo mantas y encerrado en el orificio de un tronco, pues el resoplido volvió con más intensidad, y los cuidados de su diligente madre no eran suficientes para aliviar con prontitud los males del pequeño. Aunque disciplinar cuesta a la brevedad, más adelante frutos surgirán. (Escritos e Historias con propósito/Es Su Gracia)

Reconoce en tu corazón que, así como un padre disciplina a su hijo,
también el SEÑOR tu DIOS te disciplina a ti" (Deu 8.5)

Transitar dos caminos simultáneamente es un error que provoca desadaptaciones en todas las áreas del ser humano, especialmente en los niños que están en proceso de maduración. En ciertos adultos, es perjudicial debido a la presencia de trastornos patológicos, que les dificultan ajustarse o adaptarse al entorno o a las situaciones de manera habitual, "Cuando la vida de alguien agrada al Señor, hasta sus enemigos están en paz con él" (Pv 16:7) .

A menudo se transita por la vida sin darnos cuenta de que muchos de nuestros comportamientos, ya sean asertivos, pasivos o agresivos, tienen una causa. Estos comportamientos requieren soluciones rápidas y efectivas, no solo tratamientos temporales. 

Sedar un trastorno para evitar el sufrimiento, como repetir discursos de afirmación y superación, o pensar que nuestra fuerza de voluntad es poderosa para alcanzar la victoria en corto tiempo y definitivamente, después de convivir con el "enemigo" gran parte de nuestra vida, es una quimera restaurativa. Es como caminar sobre hielo; en cualquier momento se quebrará y al fondo helado y oscuro se caerá, con pocas probabilidades de sobrevivir. El hielo se derrite y regresa a su estado original con la llegada del calor. Al igual que los problemas, vuelven con más fuerza para tomar el control cuando la fuerza de voluntad y la motivación inicial se extinguen, hundiéndonos en el fondo del estanque sin esperanza alguna. 

Cuando el Señor nos dice, "He aquí que yo hago cosa nueva" (Is 43:19a). El "Yo hago" indica tiempo presente en primera persona, YO, y nadie más. ¿Cuándo? AQUÍ, o sea, Él está cerca de nosotros en cuanto a espacio y tiempo. No se requiere de otros o ir a lugares para hallarlo, ni se esconde de nosotros. En todo tiempo está dispuesto a socorrernos, guiarnos y fortalecernos cuando disponemos nuestro corazón y requerimos de Su ayuda, "...no desprecia a los de corazón sincero" (Job 36:5b)Cuando lo buscamos con intensidad, es nuestra prioridad y le hacemos saber que Él es todo lo que necesitamos, "Dios es nuestro amparo y fortaleza. Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones" (Sal 46:1), ya que, "la mano del SEÑOR no es tan corta como para no poder salvar, ni sus oídos tan sordos como para no oír" (Is 59:1).

El Señor es el Alfarero Perfecto, que se toma su tiempo para hacer de nosotros la obra perfecta. Una nueva creación. Moldea nuestras vidas, no en tiempo express; poco a poco quitará lo que estorba, pulirá las imperfecciones, para ir agregando lentamente Su belleza en nosotros.  Pero, para alcanzar el propósito de Dios debemos creer en Jesús y seguirle, disponer nuestro corazón, acatar sus instrucciones en todo tiempo y fielmente. Nuestros sentidos, mente y alma deben estar conectados en una relación cercana, afectuosa y responsable con el Maestro. La obra tendrá la etiqueta "terminada" cuando nos encontremos cara a cara con el "Hacedor de Milagros", el Rey y Soberano Señor, Cristo Jesús. Porque lo que Dios empieza, lo terminará, "Dios empezó el buen trabajo en ustedes, y estoy seguro de que lo irá perfeccionando hasta el día en que Jesucristo vuelva" (Fil 1:6) .

La posmodernidad ha venido en un ritmo acelerado a sembrar sus ideas progresistas, siendo los más afectados los niños, hijos de padres que caminan a la par con el mundo, seducidos por sus ideas e hipnotizados por la "belleza de la luz de un lago", sin pensar que ella se extingue con rapidez. El patrón cultural no se ajusta a las necesidades básicas del ser humano, las cuales fueron determinadas y formadas desde tiempo atrás. El ser humano posee una dignidad inalienable (propia) e intrínseca (interna) imposible de arrebatar, quitar o violar. Somos un diseño exclusivo del cielo, tenemos un patrón que no admite manos ni ideas que sean opuestas al diseño original; cuando esto se altera, surgen los problemas, "Y creó Dios al hombre a su imagen, a semejanza de Dios lo creó; hombre y mujer los creó" (Gén 1:27) .

Por lo tanto, caminar en dos o más direcciones resulta perjudicial para el niño, a quien en su desarrollo inicial se debe afirmar, instruir y guiar, teniendo como base el modelo establecido por Dios. Todo niño requiere de seguridad, estabilidad emocional, dirección, disciplina, límites, aprendizaje, y en las Escrituras está la guía. En ellas el Señor nos enseña el valor de la instrucción, la corrección y la disciplina sobre los hijos, que es la forma de mantenernos dentro de su plan y propósitos. Por desconocimiento o el deseo de manejar todo a la voluntad personal e influenciados por las corrientes externas, el niño nace  para desaprender, para ser implantado en él nuevos métodos y leyes, sin tener en cuenta que tiene un diseño divino, el cual hay que sacar a la luz, para que lo aprenda y afiance. No hacerlo genera desorientación, distorsionando su esencia,  Escuchemos, "Y ustedes, padres, no hagan enojar a sus hijos, sino críenlos según la disciplina e INSTRUCCIÓN DE DIOS" (Ef 6:4) .

De generación en generación, este principio de "Instruir conforme a la voluntad de Dios" se ha ignorado. El niño recibe diversa información ajustada a cada ente que forma parte de su educación. Unos enseñan una cosa, otros otra, algunos deconstruyen lo enseñado de manera correcta en los hogares, llevando a la disonancia educativa. La incoherencia lo confunde, evitando que florezca y dé frutos. La inestabilidad hace que su identidad se deprecie e inicie un proceso de resistencia a lo enseñado. Entonces viene la rebeldía, el desapego, la falta de amor y solidaridad.  "Son traidores, insolentes, arrogantes, fanfarrones y gente que odia a Dios. Inventan nuevas formas de pecar y desobedecen a sus padres" (Rm 1:30). 

"Corazones de piedra" es el resultado de saltarnos el "modelo inicial" y de obviar la "instrucción de Dios". Aunado con la falta de autoridad de los padres, laxitud y permisividad o el extremo opuesto, autoritarismo y falta de amor. Padres que han decidido agradar al mundo, pero afirman creer en Dios no por convicción, sino a su manera. Caminan guiados por las ideas modernas y no por la Verdad, formando así generaciones ausentes de Cristo, y con un espíritu de orfandad reinando en sus corazones. Vacíos que muchos intentan llenar con todo lo que les apetece. "No quieren entrar en razón, no cumplen lo que prometen, son crueles y no tienen compasión" (Rm 1:31).

"Hace algunos días atendí en consulta a un niño (11 a) a quien sus padres todo le han dado, en cuanto a bienes materiales y afectivos. Se pensaría que sus acciones fuesen coherentes con lo aprendido en casa, pero ante las preguntas acerca de sus padres, todo cambió. "Solo espero crecer para, cuando estén ancianos, dejarlos en un lugar de viejos. Con lo que me dejen podré vivir bien, sin trabajar. Yo no voy a cargar con ellos". 

"Corrige a tu hijo, y te dará descanso; y dará alegría a tu alma" (Pv 29:17) 

Según lo anterior, se puede deducir que todo ser humano necesita de disciplina y corrección. Cuando Adán y Eva fueron puestos en Edén, el Señor les instruyó, es decir, les dijo lo que debían y no debían hacer. Sin embargo, ellos transgredieron el principio de "fidelidad y obediencia". El Señor los estaba formando, los preparaba para que vivieran conforme a Su voluntad y dieran frutos. De esta manera tendría una vida que satisfacería el propósito de Dios, "Por eso Dios el Señor sacó al hombre del jardín de Edén, y lo puso a trabajar la tierra de la cual había sido formado" (Gén 3:23). 

Desde la caída, el ser humano busca pasarse por alto cada instrucción de Dios. Impulsado por propia voluntad y su personalidad egocéntrica, cuestiona con autoritarismo cada mandato divino, afirmando que reprime y carece de amor, perdiendo así las bendiciones de Su benevolencia. Las Escrituras nos hablan constantemente del deseo de Dios a que lo conozcamos, para poder construir una relación recíproca, donde impere la comunicación asertiva, reconociendo que Dios Padre es quien da la instrucción y el hijo la acata fielmente ,"... les dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él" (Ef 1:17b)

El Señor nos instruye en todo tiempo y de diversas maneras en el cumplimiento de Su voluntad y propósitos. Como Padre que ama a sus hijos, más allá de brindar protección y la provisión, Su amor se manifiesta cuando disciplina y corrige a aquellos que ha adoptado como hijos. Dios Padre nos instruye y guía a través de Dios Hijo, Jesús. Nos saca del estado natural, cuyo hogar es el mundo y sus placeres, donde el pecado gobierna en todas las formas, y nos "saca a la luz", cuando recibimos, aceptamos y seguimos fielmente a Aquel que envió a Salvarnos, Cristo Jesús, "Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre les dio potestad de ser hijos de Dios;..." (Jn 1:12) .

Sin Cristo solo somos creación de Dios; con Cristo somos hijos de Dios, adoptados por gracia y amor. Dentro de esta línea, hijos adoptados por Dios, tenemos un nuevo hogar, con un Padre que se encargará de nuestra formación en todas las áreas, "Pues el Señor corrige a los que ama, tal como un padre corrige al hijo que es su deleite" (Pv 3:12). De esta forma, la corrección es un instrumento de aprendizaje, tanto en la tierra como desde el cielo. Es un acto de amor que como padres es utilizado para manifestar interés hacia nuestros hijos. Nos preocupa su bienestar, entonces se corrige el comportamiento, se dan a conocer y se enseñan normas, se ponen límites y disciplina. 

Así mismo, es al amor de Dios Padre, quien se preocupa por el bienestar, por el crecimiento espiritual y por la santidad de sus hijos; por lo tanto, instruye, corrige y disciplina. Así nos mantiene con los pies en el camino de la vida eterna. Todos seremos procesados, cuantas veces sea necesario, en algunos momentos de la vida. El Señor busca capacitar a sus hijos para habitar en su reino y para enseñarles sus planes. En estado de "procesados por Dios", el Señor está presente, no abandona a sus hijos y sigue cada etapa del proceso con paciencia y amor. Allí los hijos de Dios están siendo arrancados de "su vieja vida", están siendo liberados de todo aquello que no les permite pasar al siguiente nivel. El Señor moldea nuestro carácter, trata nuestras emociones y nos lleva a la madurez espiritual. De esta forma podemos lidiar apropiadamente en las circunstancias diarias, y seremos de gloria para Él. "Escucha el consejo, y recibe la corrección para que seas sabio en la vejez" (Pv 19:20) .

"¡Prefiero tu corrección, Dios!, que las consecuencias de mis actos". "Hijo mío, no rechaces la disciplina del Señor ni te enojes cuando te corrige" (Pv 3:11). Como hijos amados de Dios, somos disciplinados para vivir y servir en Su reino, como lo hacen los padres terrenales con sus hijos para vivir en casa. La transgresión de lo enseñado requiere corrección, y Dios no corrige sin disciplinar primero a sus hijos, o sea, sin enseñar sus mandatos. Para tal efecto, envía a Su Espíritu para que los guíe, los fortalezca e instruya, "el Señor disciplina a los que ama" (Heb 12:5) Pero pasar por alto, transgredir lo enseñado o "tomar a la ligera" el principio de la disciplina impartido por Dios, o sea sus enseñanzas, es entrar en desobediencia y rebelión, lo que llevará al otro significado de la disciplina, la corrección, "castiga a todos los que recibe como hijos" (Heb 12). ** 

 "El que no corrige a su hijo, no lo quiere; el que lo ama, lo corrige" (Pv 13:24).

La carta a los hebreos fue escrita y dirigida a judíos convertidos que, por la persecución romana, estaban siendo tentados a alejarse de la fe y volver a lo que profesaban antes. Como creyentes, la tentación se nos presenta con frecuencia. El pecado llama con fuerza en todo tiempo. Se maquilla con falsas apariencias para hacerlo seductor y agradable a nuestros ojos, llevando al creyente a perder la dirección correcta. Ante esta situación, Dios Padre asume su rol activo en el desarrollo espiritual de sus hijos. De la misma manera, y teniendo como ejemplo a Dios, los padres terrenales deben participar activa y responsablemente en la crianza de sus hijos según Su modelo, "Padres, no hagan enojar a sus hijos sino edúquenlos con la disciplina y la enseñanza del Señor" (Ef 6:4)

El Señor nos corrige cuando entramos en desobediencia o cuando ve que lo necesitamos. Lo hace a través de situaciones que causan tristeza "en el presente", pero nos traerán bendición y gloria a Él. Momentos difíciles que permiten nuestro desarrollo y mejoramiento espiritual.  En Cristo somos una nueva creación; no nos movemos por medio de lo que vemos o sentimos, sino a través de Aquel que lo padeció siendo inocente. Reflejamos el carácter de Cristo, que a pesar de la humillación, dolor, sufrimiento, no se quejó ni abrió la boca en su defensa. Con humildad y en obediencia enfrentó el sufrimiento; con amor, pensando en nosotros, caminó hacia monte de la humillación, hacia el patíbulo de la vergüenza y, con valor, expiró su último aliento por haber cumplido el propósito de su encarnación como el plan de Dios para la salvación de la humanidad. 

El Señor tiene muy claro para qué nos creó, "Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes..." (Jer 29:11), y no fue para la rendición o la huida, "... Somos más que vencedores". Pero no por lo que hacemos, ni por el sudor de nuestra frente; fue por el sudor en sangre de nuestro Redentor, "por medio de Aquel que nos amó" (Rm 8:37). A pesar de nuestra maldad, inconstancia, facilidad para olvidar, Él continúa amando a sus hijos y no desfallece, "... el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo;" (Fil 1:6). Así que, Cuando sus hijos entran en desacato a Su autoridad o requieren ser refinados, son pasados por el "horno de fuego purificador". Allí nos entrena, pule y transforma para que seamos dignos y legítimos hijos de Él, o sea, estaremos más cerca de ser el reflejo de Su amado Hijo. 

Hoy estamos siendo exhortados a vivir como hijos legítimos de Dios, a quienes debe corregir y formar. Es necesario ver la disciplina y corrección de Dios como una bendición para nuestras vidas y no como un castigo o por maldad, o tal vez, como algunos consideran, que es como pago por los pecados. En la cruz la factura por nuestras transgresiones fue cancelada, una vez y para siempre. La corrección de Dios está motivada por Su amor, "disciplina a los que ama". Creer que la disciplina de Dios es una afrenta contra nosotros es pensar de manera egoísta, al creer que somos perfectos, por lo que no necesitamos ser enseñados ni corregidos. Un hijo sin corrección se pierde, se "resbala a las profundidades del lago oscuro" con facilidad, pero nosotros tenemos un Padre celestial que, con Su poder y amor, nos disciplina y corrige para hacer de nosotros dignos hijos suyos, que le daremos honra en todo tiempo, "Corrige a tu hijo, y vivirás tranquilo, y a ti mismo te dará grandes alegrías" (Pv 29:17)

¡Gracias, Cristo, Libertador!
Me salvaste, mi Redentor.


El Regalo de la Corrección

Es una dádiva de la disciplina en su esencia. 
Un faro en la tormenta de la vida,
que pule el alma con amor y paciencia,
de las sombras oscuras, es la salida.

Así, al hijo de Dios, es guido con fe,
sabemos que crecer duele, pero sana;
Así construye un futuro, que luego él ve
que en la disciplina, siempre hay esperanza.

***  Que el Espíritu de Dios le lleve a ver la disciplina y corrección como una bendición de amor.


Que el Señor  fortalezca su fe.

Psicóloga Educativa Infantil Cristiana
Estudiante de Teología Reformada
"Tu amor me encontró"

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