AQUÍ Y ALLÁ


AQUÍ  Y  ALLÁ

Un día un caballero se encontró en una calle de una gran ciudad a un muchachito que veía a todos lados como en busca de alguien, y al parecer muy asustado. Acercándose el caballero le preguntó qué le ocurría; el niño le dijo que andaba en busca de su padre que se le había perdido. - ¿Es tu papá un señor de tales y tales señas? - Sí, señor – respondió el niño. - Entonces, no tengas cuidado, acabo de encontrarlo en la calle próxima y también él te anda buscando; no tardarás en encontrarlo; tú lo buscas y él te busca y tendrían que hallarse." –Así Dios busca al pecador, y si éste también busca a Dios, sin duda lo hallará. "¿Y a dónde huiré de tu presencia?"

En la antigüedad, buscar algo o a alguien resultaba dispendioso. Se debía recurrir al ingenio y la sagacidad de habilidades investigativas un tanto rudimentarias. En la actualidad, gracias a la tecnología, se ha introducido la sofisticación en la búsqueda, utilizando cámaras de vigilancia, radares, rastreos informáticos y demás recursos que se emplean para localizar lo que se ha perdido. A pesar de que estos dispositivos son versátiles y potentes, la efectividad total no está garantizada. El alcance, la pérdida de la señal, los errores en sus programas, y la incursión de los hackers informáticos y el mismo hombre, han hecho que el rastreo pierda eficiencia y se haga laxo, "Pues, ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma?" (Mc 8:36).

Asimismo, algunos aseguran que "la privacidad" es cosa del pasado, ya que con el desarrollo de la Política de Protección de la privacidad de datos o de información personal, hay mayor seguridad. A pesar del esfuerzo humano; para que se cumpla este derecho, se generan violaciones continuamente. Basta "Abrir" y dar "Clic", y el pasado y el presente quedan expuestos en las redes, accesibles para el ojo y la crítica humana. Sin embargo, el escrutinio en línea solo llegará hasta donde el ser humano lo permita. Se expone lo de acceso público, pero hay áreas que se restringen tras una pantalla, "no todo se puede mostrar". Como también, existen áreas inexplorables, que ni el mismo hombre puede dar fe de ellas, solo serán perceptibles cuando sean expuestas a la Luz. 

"¡Ay de los que se esconden del Señor,
 y encubren el consejo y todo lo hacen en tinieblas! 
Y todavía dicen: 
«¡Nadie nos ve! ¡Nadie nos conoce!" (Is 29:15)

Se desarrollarán programas o técnicas para mantener la imagen personal en la sombra de las redes o de las personas y mostrar públicamente lo mejor de sí, quizás para ocultar muchas de nuestras verdades, pero no es más que un esfuerzo vano, es como decirle a la estrella que se oculte de la galaxia o al pez que escape del mar. El querer tapar el sol con un dedo para escabullirse del Creador es el mecanismo que continuamente utilizamos para no aceptar o evadir la verdad más grande, "...Todo está desnudo y expuesto ante Sus ojos;..." (Heb 4:13b) 

"Señor, tú me has examinado y me conoces;
tú conoces todas mis acciones;
aun de lejos te das cuenta de lo que pienso" (Sal 139:1)

Hablar de privacidad y la falta de respeto por el espacio personal se ha convertido en un tema polémico y utilizado para manipular el libre albedrío. Los jóvenes, influenciados por los medios, leyes, doctrinas y sus pares, restringen el acceso de los mayores a sus planes y deseos, situación que ha alcanzado a los adultos, exigiendo el derecho a la "intimidad". Se trata del pensamiento más irracional y paradójico de los últimos tiempos, la creencia de que sus vidas son una incógnita dentro de un mundo virtual que todo es expuesto, y ante un Soberano Creador al que nada le es desconocido. "Aunque se escondan en la cumbre del Carmelo, allí los buscaré y los tomaré;..." (Amós 9:2a). 

Resulta abrumador e inquietante el saber que no disponemos de un espacio seguro en qué transitar con libertad. La información nuestra en manos de otros nos hace vulnerables ante la opinión pública, quien no tiene tacto para señalar, etiquetar, juzgar y opinar, "No tengo refugio, no hay quien cuide de mi vida" (Sal 142:4). Necesitamos, como seres humanos, espacios tranquilos y confiables en el que podamos caminar y habitar sin temor. Donde nos sintamos amados, abrazados y seguros, y donde nuestra vida tenga sentido y propósito. 

 "... Dios ya reina entre ustedes" (Lc 17:21b). Indudablemente, ese espacio lo tenemos, el Señor Jesús vino a traer el reino de Dios a la tierra. Las Escrituras nos dicen que hay un lugar especial en su reino como hijos de Dios, donde tendremos Su protección, "... Vengan, ustedes, que son benditos de mi Padre, hereden el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo" (Mt 25:34). Como Monarca Supremo gobierna toda la creación y su cobertura sobre toda la obra creada es total, nada hay fuera de Su alcance. Es una bendición el pertenecer a Su reino, pero antes debemos nacer de nuevo, someternos a Él y reconocer el señorío de Cristo. Aceptar a Jesús como dueño y Señor de nuestras vidas es el pase para pertenecer al Reino de Dios. Los que se niegan a obedecerle, no son parte de este reino,  "Pues somos la obra maestra de Dios. Él nos creó de nuevo en Cristo Jesús, a fin de que hagamos las cosas buenas que preparó para nosotros tiempo atrás" (Ef 2:10).

El Señor nos busca, delega emisarios para llevarnos a su  plan de vida. Para que nos hablen directamente al corazón, por medio de Su Espíritu, y nos den a conocer Su verdad, la que es ignorada o adulterada convenientemente. Hoy, estamos siendo llevados a reconocer la omnipresencia y omnisciencia de Dios como atributos que nos dan seguridad, libertad y alivio. El conocimiento del Señor acerca de nosotros no es lastimoso ni opresivo, es la mayor bendición que se nos ha concedido por gracia, ya que seremos cobijados por su misericordia, bondad y amor en todo tiempo. Disfrutaremos de este beneficio del cielo en el momento en que decidimos creer, confiar y obedecer en lo prometido por Su Hijo, Jesús, en su plan de salvación. "Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo" (Mt 28:20b). 

A veces nos sentimos solos, pequeños y vacíos, asfixiados en medio de un mar terrenal que exige expectativas cada vez más insuperables, con cargas demasiado pesadas. Días en los que el color pierde sentido y todo se torna opaco y carente de brillo, y la presencia del Señor es imperceptible. En medio de este sin sentido momentáneo, porque pasará,  si disponemos nuestro corazón a recobrar la "el gozo de la salvación" (Sal 51:12), dilatamos el retorno, lo que nos aleja cada vez más del gozo eterno, perdiéndonos en la insignificancia que la vida del mundo ofrece, obviando la bendiciones de su reino, "... pero fiel es Dios, quien no los dejará ser tentados más de lo que ustedes pueden soportar, ..." (1 Cor 10:13b).  

Sin embargo, nuestra seguridad y la luz de la esperanza nunca se extinguen, permanecen, aún, en la desesperanza. El Señor no se extingue con nuestros pesares. Él está "aquí y allá", en todo tiempo y lugar. Él está vivo, presente y cercano a nosotros, y corre para auxiliarnos y para calmar nuestras dolencias, "Dios es nuestro amparo, nuestro pronto auxilio en todos los problemas" (Sal 46:1)

Confiar y descansar en la magnificencia de Señor Jesús, en su gran poder y bondad, nos permite disfrutar de las primicias de Su reino celestial aquí en la tierra. La grandeza del Señor no tiene límites, y David nos lo da a conocer en este maravilloso salmo (139). Reconocer su soberanía y poder, no llevará a cambiar de perspectiva, a apreciar todo lo que abarca "el estar aquí y allá" del Señor, y a no dudar de su omnipresencia, ¿Dónde está Dios? Lo que sí debemos hacer, es detenernos y replantear la pregunta, ¿Dónde no está Dios?. Si Él es "Todo", el Todo está "aquí", el Todo está allá, en cualquier lugar, "¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿A dónde huiré de Tu presencia?"  

Tendemos a subestimar la grandeza del Señor. Su omnipresencia la pasamos por alto al no verlo físicamente, sin detenernos a pensar que toda "La creación nos habla de Él", "los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento declara lo que sus manos han hecho..." (Sal 19). Los ojos humanos ven lo que desean ver, mientras que los espirituales ven lo que Dios nos permite ver. Sí, como creyentes, hemos experimentado las maravillas de Su salvación, entonces Cristo habita en nosotros y nuestra percepción es a través de Cristo. Tenemos la mentalidad de Cristo y vemos lo que Él ve, "Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí". Esto nos lleva a un nivel más alto, donde el Espíritu del Señor nos permite deleitarnos en la presencia del Señor. Él "está aquí y allá,  presto para brindarnos su amor inagotable.

Por consiguiente, debemos caminar con la seguridad y confianza de que el amor protector de Dios es una contante que nos sigue en todo tiempo. Su gracia nos abraza y su misericordia nos alcanza. Aunque no deseemos que sea así e intentemos huir de Su presencia, sería como escapar del viento, porque “… Su fiel amor perdura para siempre” (Sal 136:1b).  Él está ahí, como lo  prometió, porque es fiel a Su Palabra, "¿Podrá alguno esconderse en escondites de modo que yo no lo vea?, declara el Señor. ¿No lleno yo los cielos y la tierra?" (Jr 23:24).  La tierra y todo lo que sucede sobre ella no están ocultos a los ojos de Dios. Su presencia está en cada rincón de ella. Su Espíritu se mueve como en el principio, "... el Espíritu se movía sobre la superficie..." (Gén 1:2b)

El gran amor de Dios por sus hijos es infinito, así como es Su presencia, así que dónde nos encontremos, Él nos hallará, aun si estamos en los lugares más sórdidos, atrapados por las tinieblas que consumen nuestra alma, haciéndonos insensibles a Su presencia, ahí está Él “...  mientras más los llamaba yo, más se alejaban de mí; ..." (Oseas 11:2). Su gracia nos alcanza para darnos una nueva oportunidad, y su Luz iluminará nuestras tinieblas, "... con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia" (Jr 31:3) Él permanece, aguarda y su corazón se entristece, pero Su fuerte mano nos rescata y nos salva. ¿Cómo podremos huir de la presencia de Dios?, si Él es todo, y todo es Él. ¿A dónde podremos escapar de Él?, si Él está "aquí y allá". Su brazo eterno se extiende y nos alcanza, para fundirnos en un abrazo de amor eterno. 

"Si subiera a los cielos, allí estás tú;
Y si en el Seol  hiciera mi estrado, he aquí, allí estás"

Siendo así, podemos afirmar, que disponemos de un espacio vital eterno, donde la presencia del Señor permanece por siempre. Su amor nos cubre de maneras inimaginables y Su cercanía nos llena de tranquilidad. "Todos mis (nuestros) caminos te son conocidos" (V3b). En Dios, el término "privacidad" no existe, ya que él conoce todo de nosotros, "conoces mis pensamientos, aun cuando me encuentro lejos", y nos exhorta cada día a que lo conozcamos, para que vivamos una relación cercana y habitemos en la intimidad de Su presencia, "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo." (Ap 3:20)

Qué alivio saber que, a pesar de todo el seguimiento opresor del mundo, tenemos un Dios que con Su presencia infinita nos hace vivir confiados, nuestra seguridad descansa en sus manos. Como nuestro Creador, nos conoce y sabe nuestras entradas y salidas, "vas detrás y delante de mí" (V5a). Nuestros pensamientos no le son ocultos (V2), "... ni siquiera en la oscuridad puedo esconderme de Ti" (V12). Que maravilloso es gozar de Su Presencia, y vivir anclados a Su corazón. Como Padre eterno, está pendiente de lo que necesitamos, nos protege, si nos encontramos perdidos, no descansará hasta hallarnos. Tenemos un Perfecto Salvador que no se complace con el dolor nuestro, sino que nos busca para limpiar y sanar nuestras heridas y ponernos de nuevo en Su redil. En Dios no hay límites, hay eternidad; y en Cristo alcanzaremos la eternidad y viviremos en ella por siempre, ¡Aleluya!, "Si subiera a los cielos, allí estás Tú; y si en el seol hiciera mi estrado, he aquí, ALLÍ ESTÁS" 

"El Señor de los Ejércitos Celestiales está entre nosotros; 
El Dios de Israel es nuestra fuerza" (Sal 46:11)


A nuestro Soberano y  Eterno Salvador, quien cuida de nuestras almas con amor y gracia, en todo tiempo y lugar, sea la honra y gloria por siempre. Amén


AQUÍ Y ALLÁ
En la brisa suave que acaricia el rostro,
en la luz del alba que despierta el día,
en el murmullo de las golondrinas en el aire,
está
 Jesús hablando con amor y alegría.

Cuando las sombras cierran sus abrazos,
y el alma se siente un poco perdida,
en el eco sutil de antiguos lazos,
Jesús está cerca, Él nunca nos olvida.

Brilla luciérnaga tímida de la noche,
vuela mariposa sutil con nuevos colores,
Tu amanecer llega de lo alto,
trayendo el despertar de los corazones.

Mira, aquí y allá,
mira para todo lugar,
recuerda que siempre podrás hallar,
a Jesús en todo, junto a tu andar.
(Es Su Gracia)


***  Que el Espíritu del Señor le lleve a desear habitar en la presencia del Señor cada día.


Psicóloga Educativa Infantil Cristiana
Estudiante de Teología Reformada
"Tu amor me encontró"

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