ANTICIPA LA VICTORIA


ANTICIPA LA VICTORIA

Con frecuencia se tiende a extrapolar las habilidades de ciertas personas de renombre, sin tener en cuenta el alto costo que asumieron para corresponder a su particular actitud de prodigio. Solitario e infeliz, aislado por no empatar en los convencionalismos sociales o por sentimientos desvalorados debido a la prematura aparición de sordera, según lo describe la carta de despedida a sus hermanos Karl y Johann. Beethoven, quien desde corta edad se encaminó o fue encaminado por su padre músico, en el intrincado mundo de la música, logró mostrar que los límites los impone la sociedad o nosotros mismos. 
A medida que avanzaba en edad, lo hacía en talento. Así descubrió la gracia de este don innato. Aunque sus actitudes artísticas se desarrollaron desde edad temprana, el reconocimiento llegó en la adolescencia. Las luchas humanas que enfrentó, como el alcoholismo de su padre y la transición a ser el generador de ingresos para su familia, fueron cruciales para desarrollar el talento, ya que la necesidad y la perseverancia se unieron para producir un talento excepcional. Fuerza que contribuyó en la forma como enfrentó la dificultad física que quiso frenar lo que tenía en mente y lo inquietaba desde hace mucho tiempo, la composición de la Novena Sinfonía.
A los 26 años surgieron los primeros síntomas de sordera, lo cual supo ocultar muy bien. Se aisló, pero se preparó. Cortó las patas de su piano para sentir las vibraciones del piso, conectó el piano con un tubo metálico para sentir el sonido. La Novena Sinfonía se compuso lejos del bullicio del mundo, floreció en el desierto, en la aridez de una vida que en algún momento pensó que era su fin. La Novena sinfonía nació en el corazón de Beethoven; allí estaba el oído aparentemente invisible, pero donde habita la gran Verdad. El Señor Jesús dijo: "EL QUE TENGA OÍDOS PARA OÍR, QUE ESCUCHE Y ENTIENDA... Presten  mucha atención a lo que oyen. Cuanto más atentamente escuchen, tanto más entendimiento les será dado" (Mc 4:23-24 NTV)
"Para una persona con talento y pasión por su trabajo, no existe ninguna barrera" (Beethoven), pero el Señor Jesús dijo: "Si puedes creer, al que cree TODO le es posible" (Mc 9:23 RV). Desde la antigüedad, el Señor dio profetas, sacerdotes, ministros e incluso al mismo Jesús, para animar a su pueblo a perseverar, a mantenerse firme en la fe y en la obediencia a sus mandatos, "... el que profetiza les habla a los demás para edificarlos, exhortarlos y consolarlos." (1 Cor 14:3 RVC)
Como olas que no tienen fin y se levantan en forma cíclica cada vez con más fuerza, el llamado para los creyentes en Cristo, es a tener una fe continua e intrépida, capaz de desafiar los vientos fuertes. Que resista los tiempos con sus cambios, los desafíos culturales y que acalle las voces internas que lleva al creyente a desviarse del camino que le ha trazado Dios. Una fe que nazca del corazón, donde está cimentada la Verdad, que sea capaz de sostenerse a pesar de los embates de la vida, para así tener la corona ofrecida por Dios. Esto se consigue mediante la adquisición de disciplina espiritual, en la que la constancia y la devoción lleven a estrechar los lazos de unión con Cristo. De esta manera, a medida que maduramos espiritualmente, seremos transformados a Su imagen y semejanza. "...somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen (de Cristo), por el poder del Espíritu Santo" (2 Cor 3:18).
Perseverar, es estar firmes, insistir con tenacidad y paciencia en el cumplimiento de un deber. Al brillar por la constancia y por estar preparados, nada nos tomará por sorpresa y se anticipa la victoria, como el Señor Jesús nos enseña, "Y dijo a sus discípulos que le tuviesen siempre lista la barca" (Mc 3:9). La modernidad ha traído presión competitiva, falta de sentido de pertenencia y pérdida de la identidad, lo que ha llevado al ser humano a deambular en muchos lugares, sin un punto de encuentro fijo que le brinde seguridad y firmeza. Olvidando que fuimos creados como valientes conquistadores, a imagen y semejanza del Señor de los Ejércitos Celestiales, con la capacidad de derribar montañas en el nombre de Cristo. Con armas espirituales para hacerle frente a diferentes manifestaciones del enemigo, como es la oración, la alabanza y la adoración, "Dedíquense a la oración con una mente alerta y un corazón agradecido" (Col 4:2), "Bendeciré al Señor en todo tiempo; su alabanza estará siempre en mi boca" (Sal 34:1)


En todas nuestras obligaciones cristianas debe haber una gran medida de perseverancia, ya que el "nacer de nuevo" por el Espíritu Santo trae consigo la promesa donde se fundamenta la la perseverancia del creyente, "... que el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo" (Fil 1:6) Indudablemente, el Señor Jesús nos enseñó lo que es mantenerse firme hasta el final, "Fue oprimido y tratado con crueldad; sin embargo, no dijo ni una sola palabra" (Is 53:7). A pesar de la fuerte oposición y de la violenta forma de querer acallar su voz, nada detuvo la obra que vino a hacer en la tierra. Aun hoy, desde su trono celestial, continúa alentándonos por medio de Su Espíritu a perseverar hasta que nos encontremos con Él para disfrutar de la vida eterna. "Que el Señor los lleve  amar como Dios ama, y a perseverar como Cristo perseveró" (2 Tes 3:5)
El lado antagónico de la perseverancia es la inconstancia, lo que es una derrota anunciada. Lleva a la renuncia, a la mediocridad y a la inconsecuencia, debido al carácter voluble, que cambia de opinión con facilidad. El inconstante no es confiable porque su mente tiene gran variedad de ideas que no le permiten dar pasos firmes. La Palabra de Dios los describe como aquellos que tienen la mente dividida en dos pensamientos. Creen en Cristo y en su Verdad, pero a su vez el corazón está puesto en el mundo y sus apetencias. Esta dualidad trae inseguridad;  su personalidad opacada y maleable se torna camaleónica. Muda de piel con facilidad, ajustándose convenientemente a sus deseos y comodidad por su falta de carácter. El costo de la inconstancia es alto; lleva a profundizar en las artimañas de Satanás y a estar expuesto de forma fácil a su ruin llamado. La tentación se materializa practicando el pecado, el cual rompe toda relación con Dios. En este estado, no hay convicción de pecado, siendo insensible a la voz de Dios. Actúa bajo su propia voluntad y peca deliberadamente, justificando cada acción como apropiada y remarcando a Dios como injusto, represivo y violento. "Elías se paró frente a ellos y dijo: «¿Hasta cuándo seguirán indecisos, titubeando entre dos opiniones? Si el Señor es Dios, ¡síganlo! Pero si Baal es el verdadero Dios, ¡entonces síganlo a él!». Sin embargo, la gente se mantenía en absoluto silencio. " (1R18:21 NTV).
Si esperamos recibir los beneficios de la salvación cuando el reino de Dios venga completamente, es preciso mantenernos en la posición correcta, perseverando con firmeza, “Tenga cuidado y estén siempre alertas, …” (1 P 5:8). Con la mirada al frente, “Fijemos la mirada en Jesús,…” (Hbr 12) y, ubicados en el punto de encuentro, donde se funde el corazón de Dios con el nuestro al unirse con un beso de amor el cielo con la tierra, donde fuimos comprados con sangre, con el corazón puesto en el lugar donde se gestó nuestra redención, la cruz.
Perseverar en la fe y obedecer no es una lucha nueva ni fácil. A lo largo de cada época, el pueblo de Dios ha enfrentado obstáculos, pero nada ha detenido el avance del Evangelio de Salvación. No obstante, no debemos escudarnos en eso para eludir nuestras responsabilidades cristianas, adoptando una posición conformista e irreverente. Fuimos creados para la conquista, esto implica movimiento y lucha constante, no  para el fracaso o la negligencia
Si hemos decidido entregar nuestra vida a Cristo, hay tareas que cumplir, entre ellas, guardar los mandamientos y seguir las instrucciones de Dios obedientemente.  "... sus mandamientos no son gravosos" (1 Jn 5:3). Perseverar no se hace difícil cuando se reconoce el gran valor sacrificial de Cristo y cuando se tiene una fe cristiana verdadera. Ante Su entrega desinteresada para salvarnos, no queda más que perseverar en amor y por amor a Cristo, con la esperanza de que volverá como lo prometió a cumplir lo que empezó. En nosotros solo debe haber agradecimiento hacia Dios por su amor incondicional, al sustituir al Justo, Su Hijo, por pecadores, como nosotros. 
Además, si hemos "nacido de nuevo", el viejo hombre ha quedado atrás, y "todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo" (1 Jn 5:3), al estar injertados en Cristo Jesús. Traer a la mente la obra en la cruz, sus promesas, cada mandato y el valor de fidelidad hacia Dios,  nos anticipa la victoria aquí en la tierra al otorgarnos bendiciones celestiales que nos darán felicidad y nos llevaran a prosperar en Su camino, mientras aguardamos con paciencia el cumplimiento de Sus promesas, "nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales en los lugares celestiales, porque estamos unidos a Cristo" (Ef 1:3)
Hoy, el Señor nos exhorta a hacer Su voluntad y a confiar en la fe que profesamos, a vivir el evangelio y gozarnos en Su presencia a través de la oración, el estudio de Su Palabra, la alabanza y adoración. Desistir o ser inconsecuentes con la Verdad es la evidencia de que el pecado, los obstáculos y el yo, aún nos dominan, lo que impide el progreso espiritual. Si continuamos viviendo para nosotros es imposible que haya espacio para Aquel que vino a salvarnos. 
Cuando el desaliento llegue, es necesario recordar que Dios nos da la fuerza y el deseo, a través de su Espíritu, para seguir adelante. Que somos privilegiados con Su amor y gracia al depositar nuestra confianza en Cristo. En Él seremos renovados cada día, "... y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad" (2Cor 3:17b). Nuestras fuerzas tienen un límite, pero el Señor es la fuerza eterna. En Él tendremos seguridad, fortaleza, gozo y paz. Él es la Roca donde nuestros pies se sostendrán. Es y será nuestro ayudador por siempre, como lo prometió. Esto nos debe animar y darnos la fuerza perseverante para que brille en nosotros la grandeza excepcional de nuestro Salvador, Cristo Jesús. Así nuestro caminar será de bendición, no solo para nosotros, sino también, para nuestras generaciones y los que están apartados del redil. 
Si las dificultades, las tentaciones y el deseo de abandonar llegan, silencia las voces que insisten en hacer que cambies de dirección diciéndoles, en Cristo “somos más que vencedores” (Rm 8:37b).  Así se logrará continuar sin desfallecer hasta el final, recordando que: "ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro" (Rm 8:39) y que “Ninguna arma forjada, (en contra nuestra) prevalecerá" (Is 54: 17), porque somos  los amados hijos de Dios.

Alma mía, espera en silencio solamente en Dios,
Pues de Él viene mi esperanza.
Solo Él es mi roca y mi salvación,
Mi refugio, nunca seré sacudido.
En Dios descansan mi salvación y mi gloria;
La roca de mi fortaleza, mi refugio, está en Dios. (Sal 62:5-7)


A mi amado Salvador, que me levanta y me infunde nuevas fuerzas cada día, sea la honra y gloria por siempre.

PERSEVERA ALMA MÍA
Aunque la senda se torne oscura,
y el viento sople con fuerza y frialdad,
su amor me guía, me da claridad,
Jesús, es mi refugio, mi calma segura.

Oh alma mía, no dejes de luchar,
la Luz en la sombra siempre se asoma,
en la voz del silencio, vuelve a cantar,
la vida murmura; en su abrazo, me toma

Si el mundo tiembla, Él es mi sostén,
en Su abrazo encuentro la fuerza,
cuando la tormenta arrecia haciéndose adversa,
mi corazón grita: 
¡Cristo es mi bien!
(Es Su Gracia)


* Que el Espíritu del Señor le lleve a perseverar con paciencia para alcanzar las bendiciones que nos prometió.


Psicóloga Educativa Infantil Cristiana
Estudiante de Teología Reformada
"Tu amor me encontró"

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