SIN CAMBIO DE OPINIÓN

 

Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. (Mt 6:10)

SIN CAMBIO DE OPINIÓN

Con su equipaje listo y perfectamente acicalada, la tortuguita Josefa estaba lista para salir. Llevaba puesto un moño rosa que sujetaba sus rizos dorados y que armonizaba con sus bellos zapatos, y un vestido frondoso que al caminar parecía que flotaba por los aires. La tortuguita había dicho que en ese horrible lugar no estaría más. Y sus palabras y deseos fueron órdenes estrictas para su vanidoso corazón, porque en realidad no regresó. El pueblo que la vio nacer y crecer no disfrutaría del melodioso paso por sus calles. Como tampoco, su familia y amigos, a quienes la noticia de su partida los acongojó, aunque habían notado cierto aire de arrogancia desde hace algún tiempo, cuando dejó de compartir y decidido alejarse de ellos. El día había llegado, todos en la vera del camino salieron a despedirla, sin importar ser ignorados. Josefa, partió sin mirar atrás. Pero, no le dijeron adiós, sino que sus gritos estremecía las hojas de los árboles: - Por ahí no, Josefa! ¡Ese camino no es! Ella continuó, a pesar de los gritos insistentes de su madre: -¡Toma el otro camino! Haciendo oídos sordos continuó, hasta perderse en la oscuridad de la maleza, peñascos y lodazales. Nunca más regresó ni se supo más de ella. Que ironía del destino o qué capricho el nuestro, que por querer ir en busca de la buena vida, morimos sin conocerla. (Es su Gracia - Historias con Propósito)

El mundo se acaba con sus malos deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. (1 Jn 2:17)

La discrepancia existente entre la voluntad de Dios y la del mundo mantiene a las personas en la cuerda floja al no existir una férrea convicción en sus creencias. Razón que lleva al ser humano natural, así como al que han pasado por las aguas de redención, a vivir en una continua lucha, ¿lo hago o no lo hago? La presión exterior, clama porque su voluntad se establezca, y la voluntad de Dios viene a frenar el libertinaje del mundo, entonces pasa  a ser poco llamativa y deseada.

La falta de carácter en la toma de decisiones, al igual que de una fe consolidada, "sin fe es imposible agradar a Dios" (Hbr 11:6), hace que las personas hagan mal uso de su libre albedrío y la voluntad de Dios pase  a ser algo inalcanzable, sin trascendencia y manipulable. Sin embargo, a pesar del incumplimiento del principio divino, el ser humano continúa expresando "Hágase Tu Voluntad", aunque sus acciones sean discordantes con lo que profesa su boca. "Porque si alguno se cree que es algo, no siendo nada, se engaña a sí mismo" (Gál 6:3).

Cuando Jesús le enseñó a orar a sus discípulos, declaró esta tercera petición, "Hágase su voluntad", la cual iba dirigida a "Su Padre como al nuestro", ¿Dónde debe hacerse la voluntad de Dios? "en la tierra como en el cielo". El Señor Jesús, a pesar de su divinidad, reconocía la soberanía y el poder de Dios, y que todo el universo estaba en Sus manos. Lo cual indica que la voluntad de Dios es inmutable e intransferible y lo gobierna todo, donde el ser humano y todo lo que existe debe alinearse a ella y no a la inversa. Así oremos, clamemos o intentemos con nuestras fuerzas, modificar la voluntad de Dios, es infructuoso, ya que el Señor no se retracta de lo que ha establecido y sus deseos son sí y solo sí, Amén, "Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta" (Núm 23:19a)

Intentar cambiar la perspectiva de la voluntad de Dios implica entrar en desobediencia e incurrir en el penoso delito o transgresión llamado "desacato a la autoridad", como también cuando expresamos "Hágase Su voluntad" y continuamos haciendo la nuestra o la de otros. La oposición a la voluntad de Dios genera caos, desorden y destrucción, debido a que el mundo fue concebido dentro de Su voluntad y es ella la que gobierna al mundo y marca nuestro destino. Ya hay una voluntad establecida y unos mandamientos y ordenanzas que cumplir, infringirlas, conlleva a una pena.

Razón por la cual el Señor establece que esta petición esté incluida en nuestra oración diaria. Él necesita encausarnos en Su voluntad, poner nuestros pies en el camino correcto, ya que hemos perdido el rumbo o vacilamos constantemente. Dios al crearnos nos dio el carácter para poder cumplir Su voluntad, pero nuestra rebeldía y la influencia de Satanás ha hecho imposible alcanzar su cumplimiento, es la razón que nos ofrece Su ayuda constantemente, por medio de Su Santo Espíritu, el ayudador  que nos dejó, quien no duerme porque el mundo ni el enemigo tampoco lo hacen, están al acecho esperando en la oscuridad para cazar a su presa, "¡Estén alerta! Cuídense de su gran enemigo, el diablo, porque anda al acecho como un león rugiente, buscando a quién devorar" (1P 5:89)

Cuando oramos, "Hágase Su voluntad", reconocemos que Dios, en su soberanía, tiene  el poder de gobernar. Expresamos sinceramente nuestra confianza en Él porque creemos en Su poder y bondad. Él sabe qué es lo mejor para nosotros y con sumisión aceptamos sus planes y mandatos. Pedimos que sea Dios quien tome el control en todas las áreas de nuestra vida, que establezca Su verdad. De esta manera, nuestra voluntad y todo lo que trae, pierde poder y efecto en nosotros, "Los caminos del Señor son rectos y verdaderos, y los justos viven al andar en ellos;..." (Os 14:19).  Con total humildad confesamos a Dios nuestra disposición de hacer Su Voluntad y a servirle, SIN CAMBIO DE OPINIÓN,  puesto que el carácter voluble o inestable no permite una entrega total, "el hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos" (Sg 1:8)

En consecuencia, como lo creo, por tanto, lo expreso, y si lo expreso lo hago, dentro de la voluntad de Dios, "Creí, por tanto hablé" (2 Cor 4:13). Debemos estar seguros de que no es por obligación o que se nos pida de forma arbitraria entrar en obediencia a Dios. Se trata del deseo nuestro de vivir conforme al corazón de Cristo, respondiendo a lo que nos enseñó y en agradecimiento nos entregamos al Señor y a Su servicio. Como niños nos abandonamos en sus brazos, porque allí estaremos seguros; nos resguardamos bajo la sombra del omnipotente, porque Él cuidará de nosotros. Es así que, por fe, en Jesucristo, quien es un ejemplo de humildad, decidimos renunciar a nuestra voluntad y nos disponemos a hacer "Su voluntad, la cual es buena, agradable y perfecta", (Rm 12:2). Creemos que como hijos amados Suyos, "todas las cosas les (nos) ayudan a bien", y que Él no dejará a sus hijos en deshonra, «Dios no deja en vergüenza a los que confían en él.»  (Rm 10:11), porque lo amamos, le obedecemos y aceptamos hacer Su voluntad.

"El mundo se acaba con sus malos deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre" (1 Jn 2:17).

El mundo con su trivialidad pasará, la vida finita yacerá un día, pero Dios nos promete la eternidad, la cual está destinada para todo aquel que hace Su voluntad. Lamentablemente, tenemos una perspectiva a corto alcance, formada por el materialismo, donde los deseos y el  carácter ególatra lleva a que se pasen por alto los deseos de Dios Sin embargo, los planes de Dios para con nosotros en Cristo Jesús nunca terminan, vienen a superar nuestras expectativas y lógica, y por gracia recibimos más de lo que merecemos, "Dios tiene poder para hacer mucho más de lo que le pedimos. ¡Ni siquiera podemos imaginar lo que Dios puede hacer para ayudarnos con su poder!  (Ef 3:20) 

Es así, que como niños, que no han alcanzado el nivel de madurez, protestamos y nos quejamos por todo. Exigimos y pedimos sin esforzarnos. Algunos, convencidos de su verdad o empoderados por el conocimiento, se ufanan de sus capacidades y retan a Dios. Aunque lo hacen ver como intransigente y dominante, la realidad es otra. En la mayoría de casos, son medios de evasión de la realidad y justificar acciones que van en contra de los deseos de Dios. En el área clínica sería un TDO, Trastorno de Desafío y Oposición, donde se desafía a la autoridad y las normas establecidas, afectando su buen el desempeño. Similar al trastorno de Josefa, nuestra querida tortuguita de la historia. Pero, no son más que artimañas de Satanás para mantener cautiva y alejada a la persona de Dios. El enemigo conoce nuestros puntos neurálgicos, sabe cómo, cuándo y en dónde atacar, y si nos encuentra "dormidos" y aletargados en nuestros vanos cuestionamientos, entra con facilidad y cambia el orden que Dios estableció para nuestras vidas. "No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino solo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo" (Mt 7:21)

A pesar de que algunos creen que el Señor desea anularnos o dejarnos inoperantes, como títeres de festín, el Señor tiene otros pensamientos para beneficio nuestro. Desea que se establezca en nosotros Su voluntad, agradable y perfecta, la cual no tiene equívoco, y es siempre mucho mejor que la nuestra. Su amor por nosotros lo lleva a querer sacarnos de los "valles de sombra y muerte" para trasladarnos a "Su Reino de Luz". El mismo amor que lo llevó a enviar a Su Hijo para darnos una nueva vida, para resarcir los caminos de muerte en que transitábamos. Jesús aceptó venir y morir de una manera deshonrosa por cada uno de nosotros para salvarnos y enseñarnos  a hacer la voluntad de Su Padre; de esta forma nos abre el camino hacia Él. 

Hoy el Señor nos insta a escuchar su llamado y a silenciar nuestra mente para escuchar Su voz que nos conducirá hacia el cumplimiento de Su Voluntad. De esta forma, creará en nosotros un espíritu y un corazón nuevo donde se establecerá Su voluntad, y donde cada deseo nuestro debe estar ceñido a ella. Desde esta perspectiva, aprenderemos a amar todo lo que Él ama, desear todo lo que desea y vivir de acuerdo con Su plan. Transpiramos Su aroma y nuestro corazón latirá al unísono con el Suyo cuando hacemos Su voluntad. Asimismo, aprenderemos a odiar y a rechazar todo lo que no es grato para el Señor porque ya no encaja en nuestra nueva vida.

Gracia, Amado Señor, Tu amor nos hace bien, es un refrigerio para nuestra alma prisionera en el sinsentido. "Enséñanos a hacer Tu voluntad" y guíanos, Espíritu de Dios, a desear cada día hacer la voluntad de nuestro Padre, como Jesús nos enseñó. Porque quien vive en la voluntad de Dios, tendrá recompensas incomparables, tesoros inimaginables. Que tu voluntad se establezca por siempre en nuestros corazones. Amén.

Enséñame a hacer tu voluntad,
porque tú eres mi Dios.
Que tu buen Espíritu me guíe
por un terreno sin obstáculos. (Sal 143:10)

A nuestro Amado Salvador, que nos permite vivir bajo Su voluntad, buena, agradable y perfecta, sea la gloria y la honra por siempre.

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** Que el Espíritu de Dios le guíe cada día al cumplimiento de la voluntad de Dios.

Dios te bendiga.

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