EL MEJOR



Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios 
para que Él los exalte a su debido tiempo" (1P 5:6)

¿EL  MEJOR?

Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás, ..."(Lc 18:11b), la oración del fariseo revelaba la verdad que habitaba en su corazón, orgullo. La sociedad contemporánea  ha personalizado el significado de la humildad en concordancia con los referentes culturales etiquetados por el mundo, que se enfocan en el hacer de la persona y no en el ser, obras sociales, tipo de personalidad, carácter dócil o persona carente de recursos, son algunos de los parámetros que definen la humildad. 

El humanismo y todas las doctrinas surgidas en torno a la modificación de la conducta humana tienen como principio básico el hacer para mejorar el ser, llevando a la frustración. La persona al ver que los cambios no se dan con facilidad entra en conflicto interno, debido a que cada persona tiene estructuras mentales personales, heredadas y formadas en su desarrollo, que condicionan su conducta, emociones e identidad, y al intentar cambiarlas mediante acciones se sentirá agobiada ante la incertidumbre. Es como poner el río a correr en sentido contrario, de alguna manera intentará seguir su curso normal aunque tenga que salirse de los límites establecidos, provocando grandes daños. "Humíllense en la presencia del Señor y Él los exaltará" (Sgo 4:10 NBLA)

El valor y sentido de la humildad sufren una transfiguración cada vez más profunda. Actualmente, el ser humano está siendo bombardeado con información que es la antítesis de la verdadera humildad. El consumismo y el materialismo han adquirido gran influencia, por eso, la humildad, según el modelo de Cristo, le ha sido difícil sobrevivir, y respira agónicamente ante la influencia de la banalidad, ante el superfluo deseo del hombre de querer agradar a Dios a su manera y bajo los parámetros que le dicta el mundo, "Sean siempre humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en amor" (Ef 4:2)

La iglesia de Cristo ha experimentado algo similar, los creyentes han centrado su mayor atención en lo que se debe hacer, en las múltiples ocupaciones, como servidores de Dios, que se deben desarrollar para impactar a otros, dejando de lado el ser, olvidando que la prioridad es ser discípulos fieles y dignos hijos de Dios. El Señor necesita que tengamos un ser fortalecido, que le ame incondicionalmente, que confíe y le obedezca por encima de todo, que cumpla con sus mandatos, y dedique tiempo en oración, que conozca Su Palabra y la viva, que lo alabe y adore desde lo más profundo de su corazón, de esta manera cada una de sus  acciones, tanto dentro como fuera de la iglesia, lo glorificaran y serán el mayor tributo a Su nombre, "Más bien, «Si alguien ha de gloriarse, que se gloríe en el Señor" (2Cor 10.17)

Debemos entender que la verdadera humildad no es ser "EL MEJOR EN", sino cuando damos un paso atrás y permitimos que la Luz de Cristo penetre en nuestro interior, nos limpie y sane para así ser dignos hijos de Dios.  La humildad a la manera de Cristo solo es posible cuando se vive permanentemente en la presencia del Eterno, disfrutando de la gracia de ser elegidos y amados por el Padre, ¡Refúgiense en el Señor y en su fuerza, busquen siempre su presencia!(1Cró 16:11). Él es el modelo perfecto de humildad y del amor, y en Él podemos vivir las manifestaciones de estos dones. 

Mientras el orgullo o soberbia habiten en el corazón de la persona, no podrá disfrutar de la gracia de Dios y sus beneficios. Sin embargo, cuando el ser humano decide soltar la amarras que lo atan al mundo, reconoce que aceptar y obedecer a Cristo es el paso más significativo para su existencia, Dios lo respaldará y Su bendición será permanente y abundante. En Cristo, la humildad sobrevive y se fortalece a pesar de no tener un lugar en la modernidad, "En cambio, renunció a sus privilegios divinos; adoptó la humilde posición de un esclavo y nació como un ser humano. Cuando apareció en forma de hombre," (Fil 2:7)

“Dios mío, ten misericordia de mí, porque soy un pecador.” (Lc 18:13b) Orgullo (fariseo) Vs. humildad (cobrador). No hay que ir muy lejos para reconocer las líneas divisorias de estas dos condiciones humanas y el poder de atracción que ejerce una sobre la otra. El ser humano es consciente de que la humildad tiene un papel en su vida e intenta obedecer bajo sus principios. Busca satisfacer su ego y maquilla el alma con acciones que categoriza como humildes para mostrar empatía con las personas, la sociedad y con Dios, más está lejos de ser lo que Dios desea que sea. "El impío, en la arrogancia de su rostro, no busca a Dios. Todo su pensamiento es: «No hay Dios". (Sal 10.4 NBLA)

Sin embargo, Dios es muy claro y reiterativo en Su Palabra cuando hace referencia al amor y a la humildad, las cuales las correlacionan significativamente. Como frutos del Espíritu Santo, es evidente que solo son dados por él y para que  habiten en nosotros debemos tener una nueva vida en Cristo. Es a través del Espíritu Santo que somos libres de la influencia del mundo y sus mandatos, él limpia nuestra alma y establece la Verdad de Dios en nuestro corazón. Fuera de Cristo y de Su Santo Espíritu, solo se busca agradar y cumplir mandatos alejados de la fuente de vida y se rechaza la Verdad que nos libera, encarnada en Jesús, nuestro Salvador.

"Humíllense", el Señor hoy nos exhorta a desprendernos del yo dominante, que quiere controlarlo todo; Del ego autosuficiente, que no necesita nada; como de la autocomplacencia que busca satisfacer y anestesiar el alma con ideaciones laxas y nada sostenibles. "Humíllense, bajo la mano poderosa mano de Dios”,  descender para ser enaltecidos es a lo que nos llama el Señor, cosa dura cuando impera el sobre-valor humano, pero en Dios todo es posible, y "Escrito está... ante mí se doblará toda rodilla,..." (Rm 14:11) porque, "… el que se humilla, será enaltecido" (Lc 14:11)

El “cobrador de impuestos” reconoció su pobreza espiritual, lo pecador que era, y se humilló ante el Trono de la gracia, Jesús,  "no se atrevía siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho en señal de dolor…" (Lc 18:13)El arrepentimiento genuino y la convicción de pecado, revelado por el Espíritu de Dios, lo llevaron a esta posición de total humildad, “Oh Dios, ten compasión de mí, porque soy un pecador” (V13). No es debilidad, es reconocer, como seres creados por Dios, que dependemos y necesitamos de Él en todo momento y debemos confiar y someternos a Su perfecta voluntad, "Dios se resiste a los soberbios y da gracia a los humildes" (V5b)

Cuando Dios nos pide que nos sometamos a Él y a Sus mandatos, nos permite ver Su mayor acto de amor y humildad hacia nosotros, el sacrificio de Su amado Hijo como intercambio por nuestra redención. Nuestra respuesta de gratitud a esta manifestación del amor de Dios sería confiar en Él, "echando toda vuestra ansiedad en Él" (V6). Soltar todas nuestras preocupaciones presentes y futuras y depositarlas en manos de Dios nos libera del orgullo y auto-convencimiento de que lo podemos todo, y nos traerá libertad, paz  y nos hace vivir confiados. 

Con el orgullo viene el oprobio;
con la humildad, la sabiduría. (Pv 11:2)

La confianza en Dios nos da seguridad al reconocer que nuestra vida está a cargo del Creador del universo. Rechazar Su ayuda es signo de orgullo, como llevar una doble vida terrenal, declararnos cristianos y vivir sumergidos en la programación del mundo. Para Dios no hay doble vida, solo una, la que lo niega y lo deshonra (oprobio). Al crearnos, Dios tenía como propósito que le diéramos gloria y honra, para esto debía salvar a la humanidad consumida por el pecado. Una nueva creación y corazones transformados, que vivan para agradarle y hacer Su voluntad. La verdadera humildad abraza al creyente, lo fortalece y lo hace vivir confiado, "Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado" (Is 26:3 RV)

HOY, Dios nos exhorta a depositar toda nuestra confianza en Él; reconociéndolo como el único que puede satisfacer nuestras necesidades físicas y espirituales. Su plan para nosotros es que recibamos a Jesús en nuestro corazón, como el Único Señor y Salvador. Nos asegura, porque Él es fiel a Su palabra, que si nos abandonamos en Sus brazos estaremos seguros, no nos dejará caer y que Sus planes son mejores que los nuestros, "Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?” (Núm 23:19) La verdadera humildad nos une con el corazón de Cristo, con nuestro maravilloso Salvador, quien  con Su sangre nos limpió del orgullo y de toda clase de maldad, y permite que confiemos en Él. Como el Señor cuida de nosotros y de las personas que amamos, no debemos vivir angustiados y con temor. Libres, en gozo y paz estaremos en todo tiempo, descansando bajo la sombra de sus alas y en plenitud que ofrece la gracia de Dios. 

¡Den gracias al Señor, porque él es bueno!
 Su fiel amor perdura para siempre. (Sal  118.29 NTV)

A mi amado Salvador, quien cada día es nuestro modelo de humildad a imitar, sea el honor y la gloria. Amén


Oh, Jesús, que en tu manto de gloria infinita,
mostrabas que al grande, es quien más necesita,
en la lucha constate, mi meta será.
imitar tu camino, y en humildad caminar.

Así en cada acto, en cada decisión,
que resuene en mi ser tu amor, tu voz, tu misión,
porque en el servicio, en la vida sencilla,
es donde florece la más bella semilla. 
(Serenidad  E-5/6 Gracia)


* Que el Espíritu de Dios le permita disfrutar de la paz de Dios en su corazón.

Dios le bendiga.

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