HASTA LOS HUESOS


Te amo, Oh Jehová, fortaleza mía.
Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador;
Dios mío, fortaleza mía en él confiaré;
mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio. (Sal 18.1-2)

HASTA LOS HUESOS

En un momento de la vida, lo  improbable y lo probable tuvieron un punto de intersección. La duda, el pensamiento sesgado por la información exterior, como la religiosidad, se interceptaron con la Verdad y ya nada fue igual. Como una torre de cartas se desplomó lo que la culturización y el costumbrismo generacional había formado en mí. Un arsenal de legado religioso sin sentido, pasó la página para darle sentido a la Verdad que ahora tenía frente a mis ojos. Cristo era la verdad, sin preámbulos ni adornos,  Él era la máxima expresión del amor hacia el ser humano, ahora el amor de mi vida. El Santo Espíritu de Dios se había encargado de correr el velo del desconocimiento y de la negligencia al no querer excavar o ir a aguas más profundas, había dado luz a mis ojos, como también había permitido que escuchase el sonido de Su voz, imperceptible por mi rebeldía. Había preparado el encuentro más maravilloso de mi existencia, el acontecimiento más memorable vivido en mí, el encuentro con JESÚSPorque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido" (Lc 19.10)

Jehová, tú eres mi Dios; te exaltaré, alabaré tu nombre, porque has hecho maravillas; tus consejos antiguos son verdad y firmeza. (Is 25.1)

Hace unos días, buscando algo que se me había perdido, encontré mi antiguo cuaderno de notas. Allí estaba plasmada mi romántica adolescencia, con pesares y alegrías, marcaba las huellas por el paso de tal travesía. La lista de pequeñas frases, y de escritos líricos inundaban este pequeño cuaderno el cual reflejaba el paso del tiempo. Poesías y demás dirigidas a aquellos amores idealizados, soñados, como algunos reales,  también a cosas o situaciones de la cotidianidad. Era tan efervescente el romanticismo por todo aquello fortuito, pasajero que no hice más que cerrar y decirme, ahora escribiré a mi amor eterno, fiel y real. A Aquel que ha estado por siempre, observando, y como un caballero sin agobiar espera. Así, en silencio me ha amado sin juzgar. Si, a Aquel que cuando caía me sujetaba y me levantaba, que mis lágrimas secaba, e incontables veces puso su mano para evitar que cayera en precipicios sin salida, aún sin reconocer Su presencia. ¡Alma mía, ya puedes estar tranquila, porque el Señor me ha tratado con bondad. (Sal 116.7)

Te amo, Oh Jehová , fortaleza mía.

¡Te amo, Señor!, por quien eres, por lo que has hecho y por lo que harás. Esta expresión es inusual en el antiguo oriente por la carga sentimental, pero desde otra perspectiva y conocedores de la trayectoria de David, podemos darnos cuenta de la profundidad de esta frase, el deseo de David de expresar a Dios lo que su corazón sentía. No con sentimentalismo o legalismo religioso, sino con fe genuina declaraba agradecimiento, a Su Libertador, quien en muchas ocasiones le mostró distintos caminos por donde huir y  escapar de sus enemigos; Quien lo inspiró en la toma de decisiones y lo puso en lugares seguros; El Escudo que protegió sus emociones, mente y corazón,  no dejándolo sucumbir a la tentación tan fácilmente. "En mi angustia invoqué a Jehová, Y clame a MI DIOS. Él oyó mi voz desde su templo,..." (Sal 18.6a)

En los momentos más oscuros de David, así como en los nuestros, Dios se revela de muchas maneras. Como la Roca en la cual los pies se mantienen firmes para seguir luchando; Castillo, es seguridad y confianza, donde se resguarda de las inclemencias del clima, y se ocultó de sus enemigos. En los momentos de mayor debilidad tanto física, mental y espiritualmente, es Su Dios quien cuida y protege, su fortaleza. David alababa a Dios de tal manera,  porque había experimentado, vivido Su presencia, amor y cuidado. Ahora David conocía a Dios y sabía lo que podía hacer en aquellos que han depositado su confianza en Él. "Me condujo a un lugar seguro; me rescato porque en mí se deleita." (Sal 18.19)

Asimismo, Dios había visto la fidelidad de David.  Lo había honrado durante las pruebas más fuertes, como también en la tranquilidad, cuando pastoreaba sus ovejas. Dios oye, ve y conoce el corazón, por esa razón lo llevaba a otro nivel. Lo había acompañado en el desierto extenuante, ahora lo ungía como su siervo. A Dios le agradó el corazón de David, y el plan para su vida venía en camino, preparado desde mucho antes e iba mucho más allá de lo imaginable. Por ahora lo conducía a las puertas de ser coronado rey de Israel. "Viva Jehová, y bendita sea mi roca. Y enaltecido sea el Dios de mi salvación;" (Sal 18.46)


Es necesario reconocer que la inmensidad del amor de Dios abarca el espacio visible e invisible, va más allá de lo perceptible. Su tamaño lo hace que alcance para todos, y como sus hijos podemos contarnos merecedores de ese amor, PERO, debemos abrir nuestro corazón para recibirlo, aceptarlo y vivirlo. David lo vivió de tal manera, que HASTA SUS HUESOS estaba impregnado de Su amor. Dios lo había bendecido haciéndolo conocedor de su amor. Ahora todo en él era la manifestación del amor de Dios. Reconocía que esto había sido propiciado por Dios a través de Su Espíritu, quien activamente había trabajado en el corazón de David, lo había sensibilizado para escuchar, sentir y vivir las bendiciones de Dios, como también para ver Su gracia, y con humildad reconoció que la victoria no era suya, era de Dios. "Dios es el que me ciñe de poder, Y quien hace perfecto mi camino;" (Sal 18.32)

A pesar de las circunstancias que vivió su corazón se hizo sensible para honrar a Dios, humilde y fiel a sus mandatos. David amaba a Dios, y Dios amaba a David. Su prioridad era no deshonrar Su Santo nombre. Cuando sucumbió a la tentación, se sintió traidor, infiel y deshonesto, y su arrepentimiento fue grande. En estos instantes de oscuridad sintió que le había fallado a quien había sido fiel siempre. "Contra ti, contra ti solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos;..." (Sal 51.4)

HOY, el Señor nos llama a vivir Su amor a profundidad para que nada lo pueda apagar; A que cada espacio de nuestra vida irradie Su amor. "Contaminarnos" del amor de Dios hace que experimentemos su paz y tranquilidad. Nos da fuerza para enfrentar el día a día, Nos da seguridad y nos mantiene expectantes esperando cuál será el paso siguiente que Dios tiene para nosotros. 

HOY, el Señor nos invita a vivir Su amor manifestado en Cristo Jesús HASTA LOS HUESOS, a profundidad, sin falsedad u obligación; sin esperar nada a cambio, sin engaños ni por compromiso, sino porque  hemos tomado la decisión de abrirle la puerta a Su Espíritu, quien viene a llenarnos de Su amor, y es él quien nos hace vivir y deleitarnos de la maravillosa presencia de Dios. A decir ¡Te amo Jesús! No como ritual, o por emociones o hábito que se hace al final inconsciente, sino desde lo más profundo de nuestro corazón, cuando recibimos la bendición de aceptar a Cristo en nuestras vidas y vivimos siguiendo su modelo de vida.

De tal manera, como Dios nos ha amado, "Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna" (Jn 3.16), nosotros debemos corresponder a Su amor, independiente de las circunstancia, puesto que la vida es similar a un camino con altibajos, algunos difíciles de cruzar, pero si Dios permanece ausente o presente-ausente en nuestra vida es mucho más difícil alcanzar la victoria, puesto que esta la da el Señor. Decir  ¡Te amo Señor! es de una connotación y compromiso grande. Estamos diciéndole a Dios, creo y confío en Ti, te seré fiel y obedeceré tus principios; Nada me alejará de tu amor porque tuy@ soy, oveja de tu redil y Tu mi Pastor. Sin Ti estoy pérdid@. "Pertenecemos a Dios; nosotros somos su pueblo. Él es nuestro pastor, y nosotros somos su rebaño; ¡estamos bajo su cuidado! SI HOY ESCUCHAMOS SU VOZ" (Sal 95.7)

Cuando amamos a alguien buscamos agradarle, similar es con Dios. Si nuestro amor es genuino, sincero y buscamos que cada acto de nuestra vida le haga sonreír, y sienta satisfacción por nosotros, que se complazca y se deleite con nuestro proceder, Él abrirá las ventanas de los cielos por nuestra causa. Como Padre con su hijo cuando le dan buenas noticias, así se complace Dios cuando ve que sus hijos viven para honrarlo y glorificarlo con su vida. No dudemos en que Él corresponderá a nuestra fidelidad, descenderá y nos saciará con su gran amor, todo lo cambiará, todo será diferente, rediseñara nuestra historia en honor a Su nombre. "me llevó a un terreno espacioso, y me salvó, porque se agradó de mí" (Sal 18.19)

Oh, Jesús, dulce amor de mi vida,
cuando digo, ¡te amo!,
soy como una pequeña estrella,
en la infinitud del cielo,
a la cual tu amor nada la igualaría.
Mi Amado Señor,
Ahora, a causa de tu gran amor,
vienes y me ofreces la Vida,
la pones en lo alto del madero,
en la oscuridad de la noche,
para que esta pequeña estrella 
deje de estar perdida.
¡Te amo Grandioso Salvador!
Señor de mis días,
tu amor ha penetra hasta los huesos,
al hacerte Luz de mi vida,
al abrirte mi corazón,
te has vuelto todo lo que me bastaría.
¡Amado Soberano! 
¡Mi roca fuerte y camino seguro!
Que Tu Voluntad me guíe,
que la obediencia sea mi estandarte,
y que tu Espíritu me acompañe,
en este camino de vida.

Así, entonaré lindas melodías,
bellas alabanzas cada día,
Y mis manos te harán sonetos,
como también bellas rimas,
a Su nombre, al autor de mis días, 
al Gran YO SOY,
a mi Salvador, al gran amor de mi vida. (Gracia)

"A mi Soberano Señor, quien me ha enseñado a amarlo y a amar, sea la honra y gloria siempre. Amén"

ALABANZA: "TE AMO MÁS QUE A MI MISMA VIDA"
"Tú amor me encontró, y tu gracia me salvó" Gracia)

*** Que el Espíritu de Dios te lleve a amar a Dios sin reservas, hasta lo más profundo de Tu corazón.

Dios te bendiga.

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